Aunque el concepto de falta de objetividad en la información ha existido durante mucho tiempo, solo hasta en los últimos años ha alcanzado dimensiones exorbitantes. Ejemplos claros en la industria de la comunicación son las famosas acusaciones y reclamos durante la última carrera presidencial de Estados Unidos, donde se afianzó el término de “Fake News”, un fenómeno que parecería reciente pero que ha tenido siglos de historia. De igual forma, otros fenómenos recientes de “misinformation”, censura y manipulación también han exacerbado la complejidad en la realidad actual. Pero dicha complejidad no termina allí.
El acceso a cantidades ilimitadas de información junto con el fenómeno del “sesgo de confirmación”, potenciado por los algoritmos sofisticados actuales, son el combustible que alimenta la división y la sensación de falta de objetividad que prevalece en prácticamente todos los países del mundo.
Ejercer la objetividad es cada vez más difícil y requiere un esfuerzo considerable por parte de generadores de contenido, lectores y consumidores, quienes buscan una verdad clara y absoluta. Para quienes consumimos contenido, implica cuestionar a los autores, investigar fuentes y explorar otros puntos de vista, lo cual demanda una gran cantidad de energía, en una realidad donde el tiempo es uno de los activos que más se deprecia.
Esta falta de objetividad y manipulación de la información también se evidencia en el ámbito de la responsabilidad social, particularmente en lo que respecta a la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente. La falta de integridad en los contenidos y, sobre todo, en el compromiso de las corporaciones, ha dado lugar al famoso fenómeno del “greenwashing”, como se ha llamado a las estrategias de marketing de sostenibilidad sin un sustento real.
Este concepto tiene sus primeros registros en los años 80, cuando se cuestionó a algunos hoteles por animar a sus clientes a reutilizar las toallas durante toda su estadía, con el objetivo de conservar agua y energía. Mientras para muchos esta invitación era obvia, para otros era percibida como una estrategia de ahorro de costos en la que los clientes “sacrificaban” parte de su comodidad. Sin entrar en el debate sobre el verdadero propósito de esta práctica, el concepto de “greenwashing” ha evolucionado hasta nuestros días, definiendo a un negocio como: “una empresa que pretende ser consciente del medio ambiente con fines de marketing, pero que en realidad no realiza ningún esfuerzo significativo en términos de sostenibilidad“. En esencia, este concepto se refiere a casos de publicidad falsa.
En resumen, cuando una empresa invierte más tiempo y recursos en la retórica de sus compromisos climáticos que en implementar las estrategias necesarias para cumplir con dichos compromisos, es técnicamente un caso de “greenwashing”. Ejemplos de esto hay miles, y no es el objetivo de esta reflexión mencionar o referirse a estas situaciones específicas. No obstante, cada uno de nosotros puede hacer un juicio personal sobre si su empresa o el anunciante de un producto está alineado o no con el mensaje que promueve, su comportamiento y, sobre todo, la coherencia de sus decisiones.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer? ¿Qué pueden hacer las corporaciones y cómo podemos participar?
La respuesta a estas preguntas parece simple, pero como las ideas y la estrategia, de nada sirven las buenas intenciones si no están acompañadas de la ejecución. En este propósito todos tenemos que participar, y la organización: “ The Global Alliance for Public Relations and Communication Management”, ya ha dado un paso importante en su iniciativa de promover un objetivo sostenible adicional a los 17 que se definieran hace 8 años. El ODS 18, que tiene como dentro de su propósito generar conciencia, además de capacitar al público y generar agentes de cambio; es un gran ejemplo de acción y compromiso. A medio camino de la agenda que se definiera para el 2030, es un muy buen punto de chequeo y balance para potenciar esta última mitad que deberá ser menos ideológica, pero con bastante más acción.
En cuanto a las corporaciones, en EPSON, además de haber sido reconocidos en diversas ocasiones en el ámbito de la sostenibilidad (como ejemplo, el reconocimiento que Forbes nos otorgó en noviembre de 2021 como la empresa más sustentable de Japón), nuestro compromiso, estrategia y propósito como compañía son evidentes, así como nuestra urgencia por la veracidad de nuestra promesa ambiental. Somos sumamente cuidadosos con nuestros mensajes de mercadeo, ya que es fácil caer en imprecisiones o hacer promesas cuyos resultados pueden depender de variables externas. Sin embargo, lo que realmente nos distingue es el hecho de que, además de utilizar materiales reciclables, energías limpias y recursos eficientemente en nuestros procesos de fabricación, con nuestra tecnología, las empresas pueden crear sus propios proyectos de impacto ambiental.
Nuestra invitación a pasar a la acción se traduce en la firme disposición de todos para adoptar tecnologías eficientes, de bajo consumo de energía y baja generación de desperdicios.
Procurar tecnologías limpias, entender innovaciones y, sobre todo, adoptarlas, no solo es un acto de responsabilidad, sino que debe convertirse en un propósito para todos aquellos que han manifestado empatía con el cuidado del ambiente. La responsabilidad está en cada uno de nosotros también, no solo en las corporaciones. Por eso la invitación para pasar a la acción. Sólo así, con el esfuerzo de todos, tendremos el planeta que nos merecemos.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: ODS18 – Comunicación Responsable.