El próximo año nos dará la bienvenida con un reto enorme: entre 2020 y 2100, de acuerdo con estimaciones oficiales, la temperatura en México podría aumentar en un rango de 0.5 a 4.8 grados centígrados. Este efecto del cambio climático es un asunto que nadie se debe tomar a la ligera.
Como lo han señalado varios estudios, el 15% del territorio mexicano, el 68% de la población y el 71% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional poseen un alto nivel de vulnerabilidad ante las consecuencias negativas del cambio climático.
De igual forma, el Global Climate Risk Index, índice que evalúa las distintas consecuencias de los eventos climáticos extremos (los cuales, con el cambio climático, se han vuelto más frecuentes y más devastadores), ubica a México en la posición número 44 (entre un total de 180 naciones); con afectaciones, durante los últimos 20 años, como 144 muertes anuales en promedio y una pérdida económica anual que equivale al 0.19% del PIB. Frente a tal circunstancia, ¿cómo ignorar el llamado de emergencia que han lanzado activistas como la joven sueca Greta Thunberg? En ese sentido, el sector privado de México tiene la gran oportunidad de responder a las voces de alarma y, mejor aún, fijar las bases de una visión productiva que proteja la vida en el planeta.
Un documento del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) afirma que, en el país, una tercera parte de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) se puede atribuir a las actividades de la iniciativa privada (IP) -generación y consumo de energía, procesos industriales y transporte de mercancías. El próximo año, el aporte de la IP podría representar el 40% del total de emisiones.
Esto implica que las acciones de las empresas -para mitigar las consecuencias del cambio climático- tendrán un impacto contundente. Según IMCO, en 2020, el sector privado, si implementa medidas y tecnologías adecuadas, podría reducir emisiones en el orden de 40 millones de toneladas de bióxido de carbono equivalente (MtCO2e). Lograr dicha meta involucraría una inversión acumulada a 2020 de $18,000 millones de dólares (mdd) y detonaría beneficios netos por $23,000 mdd.
Sin embargo, en muchas organizaciones, aún hace falta un primer paso esencial: entender las consecuencias de sus operaciones en el cambio climático, lo cual, entre otras tareas, demanda medir sus emisiones de GEI. Si no se cuenta con esta perspectiva, será muy difícil encontrar una solución robusta, viable y de largo plazo. Como se ha afirmado en otros ámbitos, “lo que no se mide, no se puede mejorar; lo que no se mejora, se degrada siempre”.
Con tal ánimo, desde 2005, Cooperativa La Cruz Azul, a través de sus plantas en Hidalgo y Oaxaca, se sumó a la iniciativa “GEI México”, un programa nacional voluntario de medición y reporte de emisiones de GEI. Liderada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Comisión de Estudios del Sector Privado para el Desarrollo Sustentable (CESPEDES), la iniciativa promueve la adopción de esquemas para medir y reportar emisiones de GEI, con el fin de que dicho inventario ayude a desarrollar planes de mitigación (cuyos resultados, además, se puedan medir).
Este programa -que cuenta con el apoyo técnico del Instituto de Recursos Mundiales y el Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sustentable– considera tres tipos de difusiones de GEI: Emisiones Directas Alcance 1 (estacionarias, móviles y de procesos industriales); Emisiones Indirectas Alcance 2 (compra y consumo de electricidad); y Emisiones Indirectas Alcance 3 (manufactura, importación o exportación de equipo que utiliza hidrofluorocarbonos, perfluorocarbonos y hexafluoruro de azufre).
Al participar en “GEI México”, Cruz Azul ha encontrado mecanismos para reducir sus emisiones de GEI y, sobre todo, lograrlo sin complicar la eficiencia de sus operaciones y sin afectar la calidad de los productos que entrega al mercado. Gracias al conocimiento obtenido con el programa, la Cooperativa, según el último inventario (que corresponde a las emisiones medidas en 2018), redujo 2.16% sus emisiones de CO2 durante un año; las cuales pasaron de 3.6 millones de toneladas/año (t/año) a 3.5 millones de t/año.
En Cooperativa La Cruz Azul sabemos que todavía hay espacio para lograr mejores resultados. Sin embargo, gracias al programa de medición de emisiones de GEI, tenemos una visión clara del rumbo que podemos seguir durante el desafiante próximo año -lo que podríamos conseguir en beneficio del patrimonio medioambiental del país. Tenemos capacidad para medir y mejorar.