Las empresas dependen del capital humano que colabora en ellas para lograr sus objetivos. Sin embargo, muchas veces olvidamos esto cuando hablamos de responsabilidad social corporativa.
Si bien la mayoría de las empresas que cuentan con un área o un responsable de RSE tienen sus objetivos bien definidos sobre qué quieren lograr en términos de impacto social, muchas veces no consideran cómo esto impacta en sus colaboradores o si éstos están alineados con la estrategia.
Esto sucede porque en muchos casos la responsabilidad social se ve como una acción hacia afuera y no necesariamente como una hacia adentro de las mismas organizaciones.
Esta situación levanta una pregunta importante. ¿Es posible que una empresa promueva una causa hacia afuera si no lo hace primero hacia adentro? La respuesta es que si no se considera armar estrategias internas primero, difícilmente se podrá lograr el impacto esperado afuera de la organización; y aunque la empresa pudiera lograrlo, probablemente no sea la forma más responsable de actuar.
Esto es particularmente cierto cuando hablamos de ciudadanía. El derecho a la ciudadanía es uno de los Derechos Humanos que además tiene representación en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, particularmente en el objetivo 16 de Paz, Justicia e Instituciones Sólidas.
Por ello, ha sido una causa que varias empresas han adoptado dentro de sus enfoques de responsabilidad social.
Las empresas, como buenos ciudadanos, pueden ser entidades que promueven la democracia y sus diversos mecanismos – siempre y cuando no caigan en una tendencia partidista -. Esto va más allá de las elecciones presidenciales, ya que la ciudadanía es constante y no se limita puramente al acto del voto. La ciudadanía implica una serie de derechos y deberes que le permiten a la persona intervenir en los asuntos del Estado al participar de manera directa o indirecta en el gobierno.
Evidentemente el voto responsable e informado juega un papel importante, pero también los mecanismos de seguimiento y de exigibilidad de rendición de cuentas a los funcionarios electos, entre otros mecanismos de participación entre épocas electorales. Algunas empresas conscientes de esto generan estrategias para promover la buena ciudadanía en ciertas comunidades, pero en algunos casos se obvian fomentarla con los mismos colaboradores.
Idealmente, las empresas deberían promover hacia el interior la buena ciudadanía de sus colaboradores, ya que ellos van a ser los principales embajadores de esta causa si la empresa decide impulsarla hacia afuera de la organización; e incluso si decide no hacerlo activamente, podrá estar segura que sus colaboradores la promoverán en sus propias redes.
Al lograr un buen impacto hacia el interior, también se está estimulando un efecto cadena positivo hacia el resto de la sociedad. Para lograr esto, es indispensable que los mecanismos que se utilicen hacia el interior sean efectivos y con impacto positivo significativo.
Claro que existen muchos casos donde los tomadores de decisiones en las empresas consideran que fomentarla es sensible y riesgoso, pero no hacerlo también tiene sus consecuencias. Las empresas se piensan desde los objetivos económicos y financieros que las guían, pero se nos olvida que no son una entidad aislada, sino que son parte de la misma sociedad en donde se encuentra.
La falta de una democracia sólida y con credibilidad genera inestabilidad en los países y por consecuencia afecta a la seguridad con la que operan las empresas. Su preocupación está justificada.
Durante las últimas elecciones de E.E.U.U la división entre los promotores de Clinton y los de Trump se vio reflejada dentro de los equipos de trabajo. Esta fractura afectó a su productividad, motivación y por lo tanto también a sus resultados esperados.
Sin embargo, si esta situación se canaliza mediante debates controlados en un contexto de buena ciudadanía, esto no debería suceder. La ciudadanía crítica es importante para promover el desarrollo de las comunidades en las que vivimos.
Y aún si la empresa decide no involucrarse, la coyuntura social existente terminará invadiendo el espacio de trabajo de cualquier forma, por lo que una estrategia de promoción a la buena ciudadanía es una de las mejores soluciones para fomentar una actitud democrática hacia adentro de la empresa sin afectar su operación y objetivos estratégicos.
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Esta tribuna de opinión forma parte del Anuario Corresponsables México 2018. Puedes consultar la publicación completa aquí.