En el Día Mundial del Refugiado, que se conmemoró el 20 de junio, es un buen momento para reflexionar en torno a la actual crisis de migración que registramos no sólo en México sino a nivel global y, lo que es más importante, replantearnos qué podemos hacer desde la sociedad civil y la ciudadanía corporativa para contribuir a resolver esta problemática de fondo.
Ya lo decía hace unos días Muhammad Yunus, Nobel de la Paz, en su reciente visita a México por invitación del presidente López Obrador: “El epicentro de la riqueza está en una media docena de países, la gente busca ese epicentro, deja sus pueblos porque no hay trabajo, es un movimiento natural, algunos le llaman crisis de migración, crisis de refugiados, pero está en la naturaleza humana”.
El propio Presidente mexicano ha planteado reiteradamente la necesidad de atender las dimensiones sociales e incluso ambientales que contribuyen a agudizar la migración como la solución ante una problemática que en Estados Unidos buscan frenar con “muros”, políticas y hasta amenazas arancelarias.
Es importante recordar que el flujo migratorio es un proceso inherente también a la dimensión ambiental, conformándose como uno de los mecanismos de selección natural, ya que los organismos se fortalecen al enfrentarse a un abanicos más amplio de escenarios. Especies como, por ejemplo, los gansos, las mariposas y las ballenas han fortalecido su ADN resultado de la migración.
Ante todo esto, el gobierno de México ha redoblado esfuerzos para tratar de disminuir el flujo de migrantes rumbo al norte. Con este objetivo, miles de efectivos de la Guardia Nacional se instalaron en la frontera sur del país para controlar el paso. En tanto, los miles de migrantes que soñaban con empezar una nueva vida en Estados Unidos están pidiendo asilo en México, pues ante la imposibilidad de alcanzar su objetivo final cualquier sitio es mejor para ellos que regresar al lugar de donde salieron por falta de trabajo, bienestar, seguridad para sus familias, paz…
Este panorama coloca a México como un “tercer país seguro”, ¿qué quiere decir esto? Que si la nación de destino no acepta a los nuevos habitantes, puede remitirlos a otro país donde encuentren todo lo necesario para empezar de nuevo. En este sentido, Estados Unidos está enviando a los migrantes a territorio nacional para que esperen la última resolución en cuanto a su futuro, lo que conlleva un gran compromiso para asegurar los derechos básicos y bienestar para los migrantes. ¿Está México preparado para eso o sólo estamos intensificando la crisis migratoria?
La historia de México lo ubica como un país generoso, solidario, hospitalario. Ya desde comienzos del siglo pasado abríamos nuestras puertas a refugiados venidos desde el otro lado del océano. Sin embargo, no basta con abrir esas puertas. La responsabilidad social del Estado radica en asegurar la calidad de vida de quienes llegan al país buscando empezar una nueva vida, lejos de las crisis que enfrentaban en sus países de origen.
Hay que recordar que hace unas semanas se conoció la fuerte reducción del presupuesto para la Comisión Mexicana para Refugiados (Comar). A cero pesos bajaron las partidas para la entrega de suministro de alimentos para personas, combustible y servicios como agua, luz, telefonía e internet. Este reajuste llega justo en un momento en el que, desde la institución, se prevé el ingreso de 80 mil refugiados en este 2019.
De acuerdo con la Comar, ya han entrado a México más de 20 mil refugiados en lo que va del año, un número que será ampliamente superado hacia fin de este periodo. Entonces, el desafío de nuestro solidario y hospitalario México será atender, con un presupuesto considerablemente menor que otros años, las necesidades de más de 80 mil personas que por diversos motivos deben salir de su país.
¿Puede solo el gobierno? No. La participación de las empresas y la sociedad civil se hacen más que indispensables para solucionar de fondo una problemática que alcanza dimensiones de 250 millones de migrantes y 68 millones de refugiados en todo el mundo, según cifras de Naciones Unidas. Además, la participación de la sociedad civil organizada es fundamental para asimilar este proceso. Destacado es el trabajo que llevan a cabo las “Patronas” en Veracruz al ayudar a migrantes en su paso por México y brindar apoyo a los refugiados”.
Desde la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac recordamos en que es nuestro deber y responsabilidad ser realmente solidarios y hospitalarios, sobre todo en estos momentos en que la historia está pujando diferentes cambios sociales.
Contribuir a resolver la crisis de la migración exige actuar con compromiso, voluntad y en apego a la realidad para no adquirir compromisos que sólo pudiesen agravar la crisis. El desplazamiento es parte de la historia de la humanidad, por lo que el objetivo actual debe ser aportar para que cada persona pueda acceder al derecho básico de vivir con dignidad.
¿Qué hacer ante la crisis de migración?
Por Miguel Ángel Santinelli, director de la Facultad de Responsabilidad Social - Universidad Anáhuac
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