No podemos considerar que exista una empresa exitosa si está rodeada de miseria, si sus potenciales clientes no tienen con qué comprarles. Tampoco una nación rica y poderosa podrá seguir siéndolo si está rodeada de otras miserables. Su crecimiento terminó en el momento en que se aisló del mundo fuera de sus fronteras.
Hoy sabemos que el desarrollo debe basarse en valores universales de bienestar regidos por una conciencia ecológica, para poder hacerlo sustentable.
Todos los ejes rectores de la RSE: ética en los negocios, buen ambiente laboral, involucramiento con la comunidad y respeto al medio ambiente son los cimientos de un mundo mejor y más justo.
Ninguna nación del mundo estará libre de recibir las tumultuosas y disruptivas consecuencias del éxodo de personas provenientes de países que son víctimas de hambrunas, sequías, movimientos políticos y religiosos, invasiones y muchas otras causas originadas por la falta de recursos básicos para la subsistencia, libertad y ordenada convivencia.
La empresa, motor de la economía mundial, no puede ni debe ser ajena a esta realidad y por tanto, tiene que adoptar la responsabilidad que le es inherente a su papel de creadora de valor y progreso.
Los egoísmos y aislamientos sólo pueden traernos retroceso mundial y sólo retrasan los procesos que vendrán tarde o temprano; sólo son espejismos de bonanza que no enfrentan la realidad.Mientras no construyamos un patrimonio mínimo de satisfacción en la humanidad no tendremos un avance verdadero en la Tierra. Los dos hacen un binomio.