El agua es mucho más que un recurso: es la esencia de la vida y el motor de nuestras sociedades. Su flujo constante sostiene economías, ecosistemas y comunidades, impulsando casi el 60 % de las actividades económicas del mundo; sin embargo, a pesar de su incalculable valor, seguimos usándola como si fuera inagotable. La realidad es que el acceso al agua segura hoy es un privilegio que más de 2,000 millones de personas aún no tienen, y cada día nos enfrentamos a una crisis hídrica que necesita respuestas urgentes.
En México la situación es particularmente alarmante. Más de la mitad del territorio nacional no es sostenible en términos hídricos y solo el 10.5 % presenta condiciones altas de sostenibilidad. Esto no es solo un problema ambiental, sino un desafío social y económico que afecta la calidad de vida de millones de personas. La escasez y contaminación del agua impactan en la salud pública, la producción de alimentos y el desarrollo conjunto de comunidades enteras. Pero, ¿cómo llegamos a este punto? Y, más importante aún, ¿qué podemos hacer al respecto?
La respuesta comienza con un profundo cambio de paradigma. Debemos ser conscientes de que el cuidado del agua es una responsabilidad compartida que requiere acción inmediata, y comprender que se trata de un recurso finito, por lo que cada gota cuenta. La transformación hacia un futuro más verde está directamente relacionada con la evolución de nuestros hábitos individuales y colectivos. Como ciudadanos, debemos ser conscientes de nuestra huella hídrica, reducir el desperdicio e impulsar soluciones sostenibles en nuestros entornos.
Una parte fundamental de esta transformación es la educación. No podemos cuidar lo que no entendemos ni valoramos. Es fundamental que comprendamos el verdadero significado del agua no solo como un recurso utilitario, sino como el eje de nuestra supervivencia. La sensibilización ambiental dentro y fuera de las organizaciones es clave para formar generaciones más conscientes y responsables. Cuando una persona comprende el impacto de sus acciones, desde el consumo diario hasta las decisiones de uso, se convierte en un agente de cambio.
Además, desde las empresas, como actores clave de la economía y la sociedad, tenemos una responsabilidad ineludible en la preservación de este recurso. Más allá del cumplimiento normativo, debemos comprometernos con un modelo de gestión responsable del agua, donde la eficiencia y la regeneración son prioridades.
En Boehringer Ingelheim México, por ejemplo, buscamos mitigar nuestro impacto en las aguas residuales y promover un uso más consciente del agua. En 2019, nos convertimos en la primera farmacéutica del mundo en obtener la certificación Alliance for Water Stewardship (AWS), al implementar medidas tales como la instalación de medidores de flujo que calculan la cantidad de agua utilizada en cada proceso y edificio, estudios hidrológicos para comprender el entorno en el que operamos, estudios endoscópicos para rastrear la trayectoria y estado de las tuberías, así como el análisis de aguas residuales, hasta iniciativas de concientización dentro y fuera de la compañía a través de campañas, voluntariados en los que participan los colaboradores con su familia y materiales de difusión como el que compartimos al final de este comunicado. Este año, enfrentamos con gran compromiso el proceso de recertificación. Pero la sostenibilidad no es una meta que se logre en solitario. El impacto real se multiplica cuando trabajamos juntos: industrias, ONGs, gobiernos y comunidades. Solo mediante la colaboración estratégica podremos impulsar soluciones innovadoras que respondan a las necesidades específicas de cada región. Iniciativas de empoderamiento social y acceso a recursos pueden ser catalizadores de resiliencia, permitiendo que las poblaciones más vulnerables fortalezcan su capacidad de adaptación ante los desafíos hídricos.
Sin embargo, para que estos esfuerzos sean efectivos, es fundamental garantizar la participación activa de la comunidad. No basta con implementar proyectos, debemos asegurarnos de que las soluciones sean apropiadas para sus necesidades y que generen un impacto duradero. Involucrar a las personas en la gestión del agua no solo promueve la sostenibilidad, sino fomenta una cultura de cuidado y responsabilidad colectiva.
Bajo este enfoque sostenible, también impulsamos el acceso al agua en las comunidades. A través de un esfuerzo conjunto entre el sector privado, ONGs como Un Techo para Mi País México y la comunidad, hemos construido sistemas de captación de agua de lluvia (SCALLS) en Xochimilco y en Guadalajara. En este proceso, las familias aportan una cuota de recuperación mínima para fomentar la valoración del recurso y participan activamente en la construcción junto con voluntarios.
La crisis del agua no es un problema del futuro, es una realidad del presente. Pero también es una oportunidad: una invitación a replantearnos la manera en la que nos relacionamos con este recurso esencial. La pregunta no es si podemos hacer algo, sino qué estamos dispuestos a hacer. La responsabilidad de cuidar el agua recae en cada uno de nosotros. Desde pequeñas acciones diarias hasta grandes iniciativas de colaboración, cada esfuerzo suma.
En este Día Mundial del Agua, más que conmemorar, debemos comprometernos. El tiempo de actuar es ahora, y la solución comienza con una simple pero poderosa decisión: valorar el agua como lo que realmente es, el elemento vital que nos une a todos.
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