El ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, en su documental, Una verdad incómoda, mencionó la posibilidad de inundaciones en New York debido al cambio climático y muchas personas desde la sociedad civil y el sector público y privado lo tildaron de loco y alarmista. Sin embargo, en el 2012, el huracán Sandy inundó gran parte de Manhattan. Medios de comunicación como CNN y New York Times estimaron pérdidas directas por $50 billones de dólares relacionadas a este desastre natural.
Nuestros cultivos, organizaciones, inversiones, comunidades, cadena de valor y partes interesadas se encuentran en áreas propensas a inundaciones, sequías, derrumbes, tsunamis, ciclones, entre otros. Y no sabemos a qué somos vulnerables y mucho menos en qué proporción.
Al igual que otros temas ambientales, la adaptación al cambio climático se ve como algo esotérico e imposible de ser incorporado dentro de la estrategia del negocio. Para ello, desde hace tres años, la Cooperación Alemana (GIZ), el INCAE Business School y la Asociación Empresarial para el Desarrollo –parte de la Red IntegraRSE- han buscado diseñar una herramienta práctica, amigable y sencilla que permita analizar qué tan vulnerable es su organización ante el cambio climático y cómo desarrollar un plan de trabajo para disminuir y prevenir los riesgos asociados. Según las empresas participantes del plan piloto, “la herramienta fortaleció su estrategia de negocio asegurando la operación ante los diferentes escenarios y ayudó a visualizar riesgos que no habían determinado”.
Es fundamental que dejemos de ver el tema de adaptación al cambio climático como algo lejano y pasemos a convertirlo en una oportunidad para fortalecer y dar sostenibilidad a nuestras estrategias de negocios. Espero que nuestros empresarios, gobernantes y tomadores de decisión tengan una visión a largo plazo sobre los desafíos ambientales y no suceda lo que el gurú de la economía estadounidense, Alan Greenspan, visualiza en su libro “La Era de las Turbulencias”:
“Me temo que una respuesta más probable al calentamiento global sea poner peros a todo hasta que los peligros que supone para las economías nacionales se vuelvan más ostensibles: hasta que, por ejemplo, los países se vean obligados a construir diques en torno a las ciudades vulnerables para contener el alza de los niveles del mar y las inundaciones. Es mucho más probable que sea curar y no prevenir, lo que suscite el suficiente respaldo político y popular. Tiene la ventaja de que carga con los costes la misma población que logra los beneficios. Pero, si el calentamiento global no trae solo inundaciones (por ejemplo, un clima adverso), esa solución se quedaría corta”.
Esta es nuestra realidad, nuestro presente. Pero nuestro futuro aún no está escrito y lo podemos cambiar. Solo se requiere el compromiso y la movilización de los diferentes actores del sector público, privado y sociedad civil, fortaleciendo y asumiendo sus responsabilidades para poder, juntos, alargar la vida de nuestro planeta.