Adaptarnos al cambio como sociedad, con una nueva cultura empresarial; al cambio que debe contemplar análisis de riesgos, eficiencia energética, cadena de alimentos y proveedores; comercio justo, calidad del aire, manejo y tratamiento de agua, manejo de residuos… En fin, un largo camino por andar, pero que seguramente generará grandes resultados.
¿Cómo? Estableciendo mejoras y prácticas dirigidas a la ecoeficiencia, la cual se resume en hacer más con menos; pero también cambiar nuestros hábitos de consumo y lo que promovemos para nuestros consumidores: un consumo responsable que satisfaga necesidades y no vanidades, algo que nuestros padres y abuelos hacían muy bien.
Algo que también hacían muy bien era la congruencia al comprar productos de los negocios locales, con el vecino, el amigo, el changarro de confianza que traía beneficio directo a la localidad y generaba grandes cadenas de valor para todo el entorno: económico, social y ambiental.
Retomar esta filosofía abre grandes oportunidades de negocio, los que por supuesto deberán considerar en su médula espinal la reducción de residuos, pero también de gases efecto invernadero.
Y no son meras especulaciones, es una realidad que el mercado mexicano está dispuesto a voltear a ver opciones amigables con el medio ambiente. Al menos el 56.9% de ellos está dispuesto a comprar productos o servicios amigables con el medio ambiente y, en teoría, de este grupo el 80% estaría dispuesto a pagar más por ellos. Pero esto último no siempre es cierto. En las encuestas todo el mundo está dispuesto a salvar el Planeta. Lo que sí es muy cierto es que la Sustentabilidad no debe ser interpretada como un sobreprecio para los productos o servicios. Al contrario, si buscamos ahorros en la producción para ser más eficientes generamos productos con más beneficios y más cercanos al consumidor.
Para esto es indispensable apostar por la profesionalización de los esfuerzos ambientales, dejar de dar escopetazos al aire y estandarizar los procesos, mejorar, buscar y hasta posicionar o preferir productos y servicios que cuenten con sellos verdes o certificaciones ambientales que avalen dichos esfuerzos para un bien común.
Sólo de esta manera podremos dirigir los esfuerzos a encontrar un equilibrio entre el constante crecimiento de la población con los recursos que nos puede brindar el Planeta que habitamos.