El número de diciembre de la revista Forbes México aporta datos reveladores sobre las contribuciones filantrópicas de los empresarios y sus fundaciones al cuidado del medio ambiente del país. De acuerdo con el análisis de la información presentada por esa revista, de 29 fundaciones y nueve empresas que proporcionaron información más consistente sobre sus aportaciones en el ejercicio fiscal 2013, 18 apoyaron el ‘medio ambiente y la reforestación’ y/o la ‘protección animal y desastres naturales’ (no queda claro por qué se mezclan estos dos últimos). Su contribución total fue de 615 millones 746 mil pesos. Las 20 restantes evidentemente no aportaron un sólo peso al cuidado del medio ambiente.
Los que más contribuyeron fueron: Fundación Carlos Slim (207 millones de pesos, 22% de su presupuesto filantrópico anual), Cemex (97 millones, 30%), Fundación Azteca (89 millones, 22%), Fundación Coca-Cola (73 millones, 60%), Fundación HSBC (32 millones, 31%), Fundación Televisa (24 millones, 3%) y Fundación Bio-Pappel (23 millones, 65%).
¿Qué nos dicen estas cifras? Que en México las causas ambientales todavía motivan poco a los empresarios. A pesar de que muchos enarbolan la bandera de la responsabilidad ambiental, muy pocos han asumido un compromiso de largo plazo y que lo demuestran en los hechos aportando recursos de manera sostenida. Destacan tres fundaciones por ser sus apoyos de carácter nacional y de largo plazo. Entre 2009 y 2014 la Fundación Carlos Slim aportó 23 millones de dólares directamente a 51 organizaciones y comunidades para acciones en seis regiones prioritarias. La Fundación Coca-Cola, con Pronatura, reforestó en los últimos siete años 54 millones de hectáreas con 50 millones de árboles en todo el país. La Fundación Bio-Pappel invirtió 65% de su presupuesto en reforestación en 2013.
Pero no sólo las aportaciones filantrópicas son bajas, también las gubernamentales. Por ejemplo, el presupuesto de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas en 2014 fue de mil 374 millones de pesos, recursos claramente insuficientes para administrar 176 áreas naturales federales: 25 millones de hectáreas que protegen 10.47% de la superficie terrestre y 2.45% de la superficie marina del país, y en donde se concentran la mayor biodiversidad y los ecosistemas más amenazados de México.
En este contexto, son preocupantes los desastres ambientales ocasionados por actividades industriales, que también amenazan la salud y la economía de los mexicanos. Mitigar y reparar los daños al medio ambiente requiere inversiones muy superiores a las multas que la autoridad puede imponer a aquellos que infringen la legislación ambiental. Muchos de estos impactos ambientales sólo salen a relucir cuando tiene lugar una crisis, siendo que gran parte de los problemas ambientales ocurren paulatinamente.
El valor económico de los servicios de los ecosistemas en 2011 fue estimado en 142.7 trillones de dólares por año, que, si se compara con el PIB global de ese año (71.4 trillones de dólares), signifi ca que los ecosistemas contribuyen al bienestar humano el doble que el PIB mundial. De acuerdo con el Atlas Mundial de Biodiversidad del World Conservation Monitoring Centre, el 80% de la población en países en desarrollo depende de medicinas en su mayor parte provenientes de plantas y animales. En Estados Unidos, 56% de las 150 principales medicinas de prescripción se vinculan con descubrimientos hechos en la naturaleza.
Parece que en México muchas empresas todavía no se dan cuenta que la base de sus cadenas productivas y de la viabilidad y Sustentabilidad de sus negocios están inextricablemente ligados con la salud de los ecosistemas. Y que involucrarse en su conservación debería ser una condición obligada para desarrollar un negocio.
Los ecosistemas y sus servicios son la piedra angular del crecimiento económico y la justicia social a que aspira el México del siglo 21. Al no proteger nuestro capital natural hoy, estamos poniendo en riesgo el bienestar social y económico de ésta y las próximas generaciones.