Entendamos nuestro contexto. Hace algunos años, la labor de las organizaciones de la sociedad civil (OSC) era entendida como meramente asistencialista. Pero poco a poco, el sector ha evolucionado. “La sociedad civil ya no solo trae buena voluntad. Ahora manejamos proyectos más complejos, tenemos conocimientos más profundos y contamos con habilidades técnicas y experiencia para poder potenciar nuestro impacto”, comenta Armando Laborde, ex director de Ashoka México y Centroamérica.
Al igual que las OSC, las empresas necesitan renovarse para sobrevivir en un futuro con reglas diferentes. Hace un par de años, la RSE era entendida como la máxima expresión del emprendimiento social empresarial. Hoy, las reglas están cambiando. Un proyecto asistencialista no resolverá ningún reto a largo plazo porque no es sostenible. Más allá de crear subdivisiones, debemos ser creativos y encontrar nuevos modelos híbridos que nos permitan tener un gran impacto social y asegurar el bienestar de nuestra compañía.
“Las empresas se dan cuenta de que hay organizaciones civiles que ya tienen la información que necesitan sobre innovación social y que están dispuestas a tomar riesgos que ellas no pueden. Por medio de alianzas estratégicas, ambos actores pueden escalar su impacto”, explica Armando Laborde.
Ashoka bautizó a este tipo de alianzas como “cadenas híbridas de valor” (CHV). Una CHV se trata de generar alianzas ganar-ganar, en donde las empresas consigan acceso a mercados masivos no atendidos para abastecerse de materia prima en un contexto donde la demanda es mayor a la oferta y en donde los emprendedores sociales logren incrementar y acelerar el impacto social que buscan.
Algunos emprendedores sociales ya comprendieron la importancia de este tipo de relaciones y han ido un paso más allá construyendo negocios con propósito – emprendimientos que buscan tener impacto social positivo así como retorno económico. “A futuro las empresas se van a caracterizar por ser sociales. Uno de los estudios que desarrollamos en McKinsey demuestra que las transformaciones del mercado más extraordinarias tienen una cosa en común: han sido detonadas por emprendedores sociales que han cambiado las reglas”, opina Felix Oldenburg, director de Ashoka Alemania y ex consultor de McKinsey.
Los emprendedores sociales no necesariamente trabajan en el sector civil. Los “intraemprendedores” son personas que laboran en una empresa, ven más allá de sus actividades cotidianas e innovan desde su puesto.
El perfil es más común de lo que se piensa, sin embargo, suele ser frenado por altos mandos que prefieren asegurar la estabilidad de la compañía en vez de apostarle al riesgo de la innovación social. Como empresa hay que saber reconocer y aprovechar el talento de los intraemprendedores para potenciar nuestro impacto.
Para transformar una empresa en un negocio con propósito, Mark Pfitzer, Valerie Bockstette y Mike Stamp, miembros de la consultora FSG, plantean cinco requisitos en la revista Harvard Business Review:
1. Tener un propósito que responda a una necesidad comunitaria.
2. Identificar una necesidad. Todo producto responde a una necesidad desatendida. Es importante que las empresas sociales inviertan en una necesidad específica con metas y objetivos detallados.
3. Medir el impacto. ¿Cómo se medirá el avance y los resultados de un programa social? Generar indicadores claros que revelen el valor que el programa está brindando a la sociedad demostrará que se está resolviendo el problema en cuestión.
4. Trabajar en equipo. La innovación social no se puede realizar individualmente. La globalización ha provocado que las empresas operen dentro de una red, hay que aprovecharla.
5. Encontrar aliados intersectoriales. Las organizaciones no gubernamentales y las universidades son excelentes socios. Estas pueden aportar grandes ideas y herramientas en el diseño e implementación de un proyecto social.
Con los elementos anteriores se crea una cultura empresarial que fortalece a la compañía y la moviliza en torno a una meta común. La labor social de una empresa es mucho más sólida si permea en toda la compañía y no en un departamento aislado. El éxito de una empresa radica en su fuerza, y una red siempre será más fuerte que una caña de pescar.