Dos tercios de la población mundial todavía están excluidos de una u otra forma de la economía formal – una situación que los gobiernos y las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) no pueden resolver por sí solos. Es una realidad que las familias de bajos ingresos pagan más que el resto de nosotros por los bienes y servicios que necesitan para subsistir: electricidad, agua, vivienda, alimentación, etc. A pesar de esto, la mayoría de las empresas aún los considera clientes no viables y demasiado riesgosos para atender. Sin embargo, cada vez más empresas y emprendedores sociales están explorando nuevas formas de colaboración para proveer productos y servicios esenciales a poblaciones no atendidas o para mejorar las condiciones de comercialización de los pequeños productores a través de un enfoque de mercado. Esta tendencia representa una oportunidad para llevar soluciones a estas necesidades a gran escala a través de modelos de negocios rentables y escalables que generan un fuerte impacto social.
En muchos casos, las dinámicas de los segmentos de bajos ingresos del mercado desafían la lógica tradicional de los negocios enfocados en innovar para los segmentos de medios y altos ingresos: minimizar precios; manejar un número significativo de pequeñas transacciones para la distribución o las compras, e incluir una gran parte de educación del consumidor en las estrategias de promoción. Poder beneficiar a poblaciones no atendidas a través del propio negocio requiere de una aguda curva de aprendizaje para la mayoría de las empresas, particularmente las grandes multinacionales. Para tener éxito es necesario lograr un nivel de congruencia socio-empresarial sin precedentes.
Las últimas tres décadas vieron el surgimiento de millones de OSC alrededor del mundo. Con un estimado de USD 1.1 billones en recursos y 19 millones de trabajos a nivel global excluyendo las congregaciones religiosas, el sector sin fines de lucro ya es equivalente a la octava economía más grande del mundo. Muchas de estas OSC tienen más experiencia que negocios –especialmente la gran empresa– en entregar productos y servicios a consumidores de bajos ingresos y pequeños productores. En el proceso de creación de un cambio
social positivo, estas organizaciones –y los emprendedores sociales que las fundaron– se han convertido en los principales desarrolladores de innovaciones que sirven a ciudadanos de bajos ingresos. La riqueza de las innovaciones sociales que atienden a los mercados de bajos ingresos ha repercutido en una amplia variedad de redes sociales -muchas invisibles a los ojos inexpertos- que se especializan en entregar valiosos productos y servicios a los sectores más vulnerables. Estas redes sociales constituyen las primeras etapas de una infraestructura que también podría ser aprovechada por empresas con conciencia
social al entrar en estos nuevos mercados.
Las Cadenas Híbridas de Valor (CHV), término acuñado por Ashoka, se refiere al proceso de emprendimiento colaborativo diseñado para combinar las fortalezas de las empresas y de las OSC con el fin de componer cadenas de valor que actualmente están rotas para un gran número de personas. Se trata de alianzas ganar-ganar, en donde las empresas consiguen acceso a nuevos mercados masivos, generan innovaciones para su negocio, fortalecen su imagen de empresas responsables y motivan sus empleados. Por el otro lado los emprendedores sociales logran incrementar y acelerar el impacto
social que buscan tal como generar nuevos ingresos para reinvertir en sus programas sociales. Los activos de las empresas incluyen Investigación y Desarrollo, manejo de operaciones a escala y capacidad de inversión. Por otro lado, los emprendedores sociales
y sus organizaciones pueden aportar su poder de innovación
social, un entendimiento profundo de las comunidades con las cuales han trabajando durante años y redes sociales fuertes. Las CHV son ‘innovaciones
disruptivas’ que requieren que las empresas y las OSC revalúen sus formas tradicionales de relacionarse para generar un valor adicional para todos al cambiar las reglas del juego. Implican romper las barreras entre dos sectores que han estado divorciados por mucho tiempo y que no están acostumbrados a interactuar más allá de colaboraciones efímeras.
Varias empresas pioneras ya están explorando alianzas estratégicas con emprendedores sociales en varios sectores – vivienda, agricultura, nutrición, etc. Sin embargo lo que se necesita es la ‘masificación’ de estos modelos para que pueda representar una nueva manera de hacer negocios. Necesitamos mayor colaboración entre redes empresariales, universidades, medios, etc. para dar a conocer estas nuevas oportunidades y crear juntos una nueva realidad socio-económica para México y América Latina. Es importante recalcar que las organizaciones sociales trabajan para revertir daños provocados por los sistemas actuales con el objetivo de lograr el equilibrio y la igualdad
social. Es por eso que consideramos que también es necesaria una nueva realidad en la que las empresas asuman el compromiso de apoyar organizaciones sociales de alto impacto y visión de cambio sistémico que buscan la solución de las problemáticas más apremiantes y no solo a organizaciones con una visión filantrópica. En Ashoka creemos en un mundo donde ‘Todos somos agente de cambio’, donde la empresa tiene un rol clave a jugar.
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