La pregunta consiguiente para nosotros sería: ¿Está Latinoamérica preparada o tiene la suficiente identidad para generar una acción de conjunto, frente a una coyuntura que por lo menos podemos definir como desafiante?
La misma pregunta se podría formular de otro modo: ¿puede Latinoamérica a pesar de su heterogeneidad, asimetrías y complejidades, desarrollar una iniciativa como comunidad política, de valores e intereses compartidos?
La respuesta nos remite, a la necesidad de poner en valor y dinamizar una construcción política-institucional, que acumula muchísimos años y que si bien ha atravesado ciclos de avances y retrocesos, de ilusión y desencanto, mantiene capacidades muy útiles para colaborar con una propuesta que ayude a darle visibilidad, cohesión y presencia a América Latina, tanto en el plano interno como región, como en el internacional, como actor global.
La ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración) podría jugar un importante rol para viabilizar una alternativa válida y eficaz como es la profundización de la integración regional.
En este camino, sería necesario comenzar a diseñar un Acuerdo Económico Comercial Integral; es decir un tratado de nueva generación que ayude a fortalecer el mercado ampliado, permita aumentar el comercio intrarregional, potencie las complementariedades productivas y sectoriales e incorpore todos los avances que se han llevado adelante en los organismos subregionales (MERCOSUR – Alianza del Pacífico, ALBA, Comunidad Andina, SICA, etc.) en términos políticos, económicos, comerciales, sociales y culturales.
Un Acuerdo Latinoamericano de este tipo nos ayudaría a disminuir nuestras vulnerabilidades como región, promover un mayor nivel de inversiones, asociar empresas, mejorar la competitividad de los países, ganar más autonomía relativa y posicionarnos mejor en el marco de las negociaciones multilaterales.
Se trata de avanzar en dos grandes objetivos que recorren la trayectoria de la región. El primero, que viene desde los años 60 del siglo pasado, es la necesidad de construir un entramado más fuerte en lo económico, comercial y productivo que incorpore valor a nuestras producciones y nos permita achicar la brecha que nos separa con el mundo desarrollado. Es decir, conformar un mercado latinoamericano que refuerce y complemente las enormes potencialidades de la región que aisladas en cada país ya se demostraron históricamente insuficientes para garantizar un desarrollo sostenible y sustentable en el tiempo, tanto a la región como en cada uno de los países.
El segundo objetivo es dotar a América Latina de un mayor protagonismo político global, lo que significa que alguna vez Latinoamérica pueda hablar con una sola voz. Este propósito solo puede alcanzarse desde una voluntad política compartida, paciencia estratégica, construcción de confianzas, pragmatismo, flexibilidad y decisión de que solo desde la diversidad, el respeto y el pluralismo se puede ir articulando una mirada común sobre los grandes temas de la agenda global.
Estamos convencidos que si no emerge, por parte de algunos países, una decisión política en la dirección apuntada, América Latina seguirá siendo una región solo para las estadísticas, la geografía, los diagnósticos y estudios generalistas o las retóricas emancipatorias sobre el pasado pero seguiremos muy lejos de parecernos a una comunidad que no solo comparte la historia sino el presente y más aún el amenazante devenir.