En ese tenor, surgen algunos cuestionamientos clave: ¿es la RSE un proceso voluntario? ¿forma parte de un deber ser de la empresa? ¿le corresponde a la empresa responder a las necesidades sociales? ¿qué papel juega el sector económico, político y de la sociedad civil en todo ello? ¿se trata de un buen marketing social, una buena gestión o de un cambio cultural? ¿la proyección mediática de la RSE corresponde a la manera en que ha sido asumida? ¿se han generado consensos en lo que supone que es la RSE y lo que cabe esperar de ella, así como las responsabilidades de cada quien para asegurar su concreción?
En el debate mexicano la discusión se ha centrado en intentar clarificar qué demanda la RSE. Para un núcleo duro, al estilo de Friedman, se ve que la única responsabilidad que tiene la empresa es pagar impuestos. También la RSE se ha confundido con filantropía, es decir, fondos para apoyar a las causas sociales. Y finalmente, se ha entendido como una nueva forma de asumir el rol de la empresa en la sociedad.
Al parecer en México la RSE no es un término que esté suficientemente acabado, es algo que aún se encuentra en proceso de construcción y con distintos niveles de avance. Se requiere de un proceso de diálogo y confrontación entre los diversos actores. Un diálogo que provoque tanto encuentros como desencuentros, acuerdos y desacuerdos acerca de los límites y posibilidades de la RSE.
Lo que sí queda claro es que la RSE se debe asumir, no a partir de un listado de indicadores, sino del resultado del debate y proceso reflexivo serio y comprometido entre los involucrados con la RSE.
Así, el impacto que se espera de la RSE no debería partir de concepciones establecidas. Sino de las diferentes propuestas que deberían ser debatidas. Tener una concepción compartida sobre la RSE ayuda a delimitar y delinear los avances que surgen sobre ella, ya que de otra forma se llegarían a decisiones arbitrarias o desviadas de aquello a lo que se aspira de la RSE.
Tanto los temas que constituyen la agenda de la RSE como la discusión de sus significados son necesarias. No hay una sin la otra. El debate acerca de la RSE sin una agenda, se queda hueco, y por otra parte una agenda, sin debate, es ciega.
Esta falta de debate es quizá una de las razones del porque no ha habido un compromiso serio en los diversos sectores que logren significativamente la reducción de la pobreza extrema, propuesta planteada en los Objetivos del Desarrollo del Milenio, entre otras causas como la educativa. Si bien hay una meta clara, faltó el debate nacional y local que generara un compromiso entre los actores sociales del país para entender porqué y cómo asumir estos retos desde la RSE.
Dar lugar a este debate de significados sobre la RSE implica reconocer que hay una serie de actores que se ven más o menos afectados por la actividad empresarial, quienes adoptan diversas formas de vinculación con la empresa.
Las formas pueden ser diversas atendiendo a diferentes criterios, lo interesante es que en todas estas aproximaciones, la empresa se conceptualiza como una entidad que ya no es ajena al ámbito que le circunda. En otras palabras, la empresa debe formar parte del debate público, se le debe interpelar y cuestionar desde lo público, no únicamente por parte de los organismos internacionales, sino predominantemente a la esfera pública regional.
Aunque se reconoce que las iniciativas transnacionales son un marco de referencia para la RSE, no lo son todo. En otras palabras la RSE no debería ser sólo un término definido desde de los organismos internacionales, sino apropiado por los distintos sectores: económico, político y social. No es una sola voz marcando la pauta de la RSE, sino muchas voces que debaten y se comprometen con ella. En la medida de que esto ocurra, la RSE podrá responder a la sostenibilidad tanto económica, social como medioambiental, que logre al fin de cuentas un mundo más humano para todos.