En la práctica cotidiana, abundan los casos en los que una buena intención puede dar lugar a consecuencias indeseables, por no tomarse en cuenta ciertos factores esenciales.
Uno de esos desconciertos suele ocurrir cuando las acciones que se implementan se deciden azarosamente, en lugar de estar basadas en un previo diagnóstico de situación realizado a conciencia, así como en las prioridades que éste arroje.
Es así como se derrochan recursos en proyectos destinados al fracaso, ya que se asocian más a los gustos personales de quien los propone que a las problemáticas que sus destinatarios precisan resolver.
Los ejemplos sobran: computadoras donadas a hogares que carecen de luz eléctrica, libros de lectura compleja entregados a personas que no han tenido oportunidad de aprender a leer, dictado de talleres de alfabetización a quienes, como paso previo, necesitan alimentarse para mantenerse despiertos y estudiar, etc.
Otro de los obstáculos surge cuando los diferentes proyectos son definidos por un número reducido de personas, sin promover la participación –y por lo tanto el empowerment- del resto de los interesados o stakeholders.
El concepto “stakeholders” -utilizado por primera vez en 1963- alude a “aquellos grupos sin cuyo apoyo la organización dejaría de existir” (Friedman y Miles, 2006).
En la medida en que no sólo los trabajadores, sino también sus familias, los proveedores, los clientes o la comunidad en general, formen parte de los proyectos de RSE, se irán fortaleciendo como grupo, aumentando, a su vez, su identificación con la empresa y resignificando la existencia de la misma.
Como plantean quienes se han dedicado al estudio de la Prospectiva (Merello, Miklos, Godet, Linneman y Stanton, entre otros) una vez visualizado el futuro al que se desea llegar, el siguiente paso es regresar al presente para seleccionar los recursos concretos más adecuados que nos ayuden a alcanzarlo. Dichos recursos –tanto materiales como humanos- deberán ser evaluados con sus fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades (Análisis FODA).
Por último, otra de las dificultades que puede atentar contra la sostenibilidad de los proyectos a lo largo del tiempo, es no tomar en consideración los intereses vocacionales y el resultante nivel de implicación de quienes estarán a cargo de implementarlos.
Obtendrán mejores resultados quienes logren unir su vocación con sus ganas de involucrarse solidariamente, que aquellos que se esfuercen por realizar una tarea que no disfrutan, sólo para cumplir con lo que se espera de ellos.
Autoconocimiento, madurez vocacional y toma de decisiones ajustadas son aptitudes que se ponen en juego al elegir cómo, cuándo o dónde aportar activamente nuestro compromiso en proyectos de RSE.
CUANDO LOS PROYECTOS DE RSE NAUFRAGAN ANTE CIERTAS “IRRESPONSABILIDADES”
Es importante recordar que una organización que se propone ser socialmente responsable, corre el riesgo de volverse “irresponsable” cuando sus proyectos de RSE:
-Se elaboran entre las cuatro paredes de un escritorio, sin un diagnóstico de situación previo y por lo tanto sin tener en cuenta las necesidades sentidas por la población a la que están dirigidos.
-Surgen de la decisión de unos pocos, sin participación del resto de los stakeholders.
-Son liderados por personas que no se involucran lo suficientemente en ellos, tal vez porque suponen labores muy alejadas de sus intereses vocacionales.
-Se limitan a la entrega de donaciones, equiparando RSE a caridad.
-Se agotan en la participación esporádica en campañas por el cuidado del ambiente, la promoción de los derechos del niño o la prevención de enfermedades, sin incluir a la RSE como parte de su filosofía institucional.
– Toman a la RSE exclusivamente como una estrategia de marketing y no como un modo de gestión que abarca toda la cadena de valor.
Una organización incapaz de escuchar las necesidades reales de su público interno y externo, no sólo verá frustrados sus intentos de implementar estrategias de RSE, sino que –a mediano plazo- dará muestras de irresponsabilidad.
Por el contrario, aquella que las tenga en cuenta, seleccionando los recursos humanos criteriosamente y analizando el impacto de cada acción implementada, estará mucho más cerca de alcanzar el futuro deseado.