Se ha detectado que existe anarquía terminológica, prejuicios, confusión y distorsión entre conceptos como filantropía, donaciones, marketing con causa y demás temas afines, con lo cual el mosaico de prácticas vinculadas a la RSE es amplio y variado, abarcando toda clase de obras de acción social, creación de fundaciones e innumerables y vistosas campañas de marketing social, entre otras experiencias.
Toda acción social o ambiental parece tener cabida dentro de este amplio paraguas en que se ha convertido la RSC. La imprecisión entre los límites y ámbitos de acción de cada concepto cercano a la RSE han dificultado clarificar y establecer de manera contundente las tareas propias de la RSE/RSC, así como su definición, que sigue sin contar con una enunciación práctica, única, definitiva y universal, reafirmando con ello su carácter polisémico, dinámico y hasta contextual, en constante cambio.
Por ello es que la RSE o RSC debe considerarse como un concepto relativo que está íntimamente vinculado con las demandas concretas de la sociedad donde se ubican las empresas. Por lo tanto, supone una congruencia entre normas, valores y expectativas que prevalecen en un momento y en un espacio particular.
Así, la RSE no es un sello o un diploma, tampoco un instrumento o un medio para lograr ciertos fines, sino un compromiso que se asume y se vive día a día con los grupos de interés. Es una manera de ser y de hacer.
¿Y la sostenibilidad? ¿Cómo se vincula con la RSC? La sostenibilidad es un marco de referencia, un conjunto de principios, que dan lugar a un proceso abierto en pos de la perdurabilidad. También es una apuesta al futuro, pues conlleva un cambio de conductas y patrones en aras de perdurar. La sostenibilidad concilia la actividad económica, la Responsabilidad Social y el cuidado del entorno.
Consecuentemente, es posible afirmar que la RSE es una parte fundamental de este nuevo paradigma basado en la estrategia del desarrollo sostenible, ya que no existe otra manera de perdurar sin proponer una actuación sostenible.
RSE y sostenibilidad no son sinónimos en estricto sentido, pero sí conceptos complementarios y estrechamente vinculados. Por ello, en el siglo XXI no se puede ser responsable sin ser sostenible, ni viceversa. Tampoco se puede pensar en el desarrollo sustentable sin incluir a la RSE como sistema de gestión empresarial que va más allá de ser sólo un instrumento para la rentabilidad.
La RSE es un factor de innovación total, un paradigma que transforma la cultura organizacional, una manera de ser y de actuar de cara al futuro. Por eso la sostenibilidad es la evolución natural a la que se conduce la RSE, porque se trata –la sostenibilidad– de un concepto más integrador que incluye todo: futuro, sociedad, valores, medio ambiente y economía.