Los primeros meses de 2025, como ocurrió en 2024, han dejado precipitaciones importantes prácticamente en toda la Península Ibérica. Parece que las reservas de recursos almacenados en los embalses, y más lentamente en los acuíferos, van aumentando sus niveles incluso por encima de los registros de los últimos 10 años. Algunas voces abogan por celebrar el fin de la sequía meteorológica, -la vinculada exclusivamente a las lluvias que se han registrado- y que en años pasados ha tenido un impacto negativo importante en algunos territorios.
A pesar de estas circunstancias, desde WWF recordamos que no podemos “lanzar las campanas al vuelo”. Contamos con más de 36 000 hm3 acumulados en los embalses, pero es importante poner esta cifra en relación con las demandas de agua que están contempladas en los planes hidrológicos de las demarcaciones españolas. En 2021, el último dato oficial, éstos cifraban en 28 357 hm3 el volumen de agua destinado a atender las demandas de los distintos usos del agua. Cada año, en torno al 78 % de este volumen se dedica a usos agrarios, mayoritariamente al riego de cultivos para la producción de piensos y alimentos frescos. Esta demanda de agua es especialmente importante en zonas de la península donde los recursos hídricos son más escasos de forma natural y es la que destaca la vulnerabilidad de nuestros sistemas frente a los problemas de falta de agua para atender nuestras necesidades.
Aunque está lloviendo, es ahora si cabe más relevante poner el acento en el problema de la sobrexplotación de nuestros ríos, humedales y acuíferos, que afecta a la biodiversidad que dependen de éstos e intensifica sus impactos negativos en periodos de sequía. Este problema se explica por un desequilibrio entre los recursos de los que disponemos en momentos puntuales y las grandes demandas de agua que se han consolidado. También se explica esta vulnerabilidad por haber desarrollado un tejido territorial y un modelo de producción de alimentos, mucho más expuesto a los problemas derivados de las sequías meteorológicas más extremas, y de las inundaciones repentinas más graves. Prueba de ello es que hemos sido testigos pesarosos de lo que puede suponer esta intensificación de los fenómenos extremos en una zona concreta del Levante, durante el episodio de la DANA de finales de octubre de 2024, con las pérdidas insustituibles de la vida de más de 200 personas, y de millones de euros en daños materiales.
Nunca llueve a gusto de todos, pero no estamos indefensos ante los caprichos de la meteorología. Esto siempre ha sido así, y hoy es sin duda más necesaria que nunca la adaptación frente a la incertidumbre y el impacto de la crisis climática que ya estamos padeciendo. Por eso, para prevenir los escenarios de escasez hídrica, tenemos que ajustar nuestras demandas de agua a los recursos realmente disponibles en cada territorio. Para ello hay que reducir la presión que ejercemos sobre nuestras fuentes de recursos. Por otro lado, para minimizar los daños y las pérdidas ante inundaciones- que ante la emergencia climática ocurrirán con más frecuencia e intensidad- tenemos que cambiar nuestros usos del territorio para estar menos expuestos y ser menos vulnerables. Esto significa apostar más por soluciones basadas en el funcionamiento natural de los ecosistemas, dando espacio de libertad a las llanuras de inundación de los ríos que amortiguarán los efectos de las avenidas, y también facilitando la infiltración y la retención natural del agua en ellas durante los momentos en los que los caudales son más altos.
Este es el primer año en el que se celebra el Día Mundial de los Glaciares, coincidiendo con el Día Mundial del Agua. Con ello se quieren visibilizar las repercusiones que los cambios en los glaciares están teniendo sobre los ecosistemas y las poblaciones humanas que se encuentran en las cuencas que dependen de éstos para disponer de agua dulce todo el año. Son unas reservas hídricas naturales de gran valor para el sustento de muchos ecosistemas y poblaciones. También se quiere reivindicar la necesidad de poner en marcha estrategias de adaptación al impacto climático con relación al agua, precisamente allí donde los glaciares están desapareciendo o disminuyendo de tamaño por el incremento de la temperatura, que está haciendo que se derritan estos glaciares. Esta es otra evidencia más de que vivimos una emergencia climática a nivel planetario, que afecta a nuestra seguridad hídrica, y de que no nos queda otra más que trabajar en la adaptación a esta nueva realidad.
La buena noticia en este Día Mundial del Agua y de los Glaciares es que, a pesar de todo esto, está en nuestras manos prevenir, gestionar y adaptarnos a esta incertidumbre y a los retos que tenemos por delante. Aunque llueva hoy, no podemos dejar de pensar en la próxima sequía y gestionar el agua que cae ahora para garantizar unas reservas en momentos de escasez que vendrán.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Agua