Llevo en el sector financiero desde 1997, y viví y sufrí directamente el estallido de la burbuja tecnológica del año 2000 primero, y la crisis de las hipotecas “subprime” en 2008 después, que derivó en el rescate encubierto de la banca española con una inyección de dinero público de 77.000 millones de euros, lo que ha supuesto un coste irrecuperable finalmente de 60.600 millones de euros para tod@s los ciudadan@s. Y luego, claro, nos dicen que no hay dinero para educación salud, pensiones…
Recientemente ha entrado en prisión Rodrigo Rato por el caso de las “tarjetas Black”, pero aun tiene pendiente el juicio, más grave aún, por su imputación en el fraude de la salida a Bolsa de Bankia, que contó con el visto bueno del Banco de España y la CNMV…
Suma y sigue…
La esencia del ser humano, parece ser, tiene un alto grado de codicia que no entiende de valores, ni de respeto al prójimo. Todas las crisis financieras de la historia han sido, y serán, crisis de valores.
Sin embargo, en esta época en la que parece no podemos confiar en las organizaciones y en las personas que las dirigen, y ni siquiera en las entidades públicas o administraciones que deberían garantizar la seguridad de los consumidores, y velar por la ética y responsabilidad en los negocios, está surgiendo el concepto de “Empresa social”, cuya principal diferencia con la empresa puramente capitalista tradicional es que, además del beneficio económico, busca el beneficio social y medioambiental.
En esta línea, ha nacido el movimiento BCorp, una comunidad de empresas que engloba más de más de 2.650 compañías en 60 países y 150 sectores con un único fin: que un día todas las empresas compitan por ser las mejores para el mundo (no del mundo) y, como resultado, la sociedad camine hacia estadios de bienestar compartido.
En España son ya más de 35 empresas certificadas, entre las que se encuentran organizaciones grandes y reconocidas como Danone y Veritas.
Así, parece que afortunadamente se está generando un cada vez más poderoso movimiento de personas y organizaciones que se revelan ante prácticas abusivas y engañosas en la economía y en la política, y eso está derivando en el desarrollo de una conciencia social cada vez más elevada que tiene en cuenta la ética y humanidad de las marca antes de comprarlas (empresas), apoyarlas (organizaciones sociales), o votarlas (partidos políticos y políticos).
De hecho, en la década de los 70, el 80% del valor de mercado de las compañías se correspondía con sus activos físicos y financieros, ponderando los intangibles únicamente un 20%. Sin embargo, en estos apenas 50 años transcurridos hasta la actualidad, la tendencia se ha revertido totalmente: ahora el 80% del valor de las marcas depende de sus intangibles, es decir, de su reputación en el mercado.
Y un hecho que ha contribuido significativamente al auge progresivo de esta conciencia social colectiva, son las redes sociales que nos empoderan a los seres humanos para difundir nuestras opiniones y mensajes sobre las marcas a través de Internet, en tiempo real, y las 24 horas del día, lo que ha provocado que, hoy por hoy, la reputación de las marcas resida en el poder de las personas para hacerse oír, y en su capacidad de viralizar sus valoraciones positivas y negativas de organizaciones, productos y servicios.
Así, la RSC no vive una época de cambios, sino un cambio de época, donde las empresas tienen que demostrar a los consumidores su ética y humanidad, porque los ciudadanos demandamos, cada vez más, “Marcas Humanas”, y las que no demuestren serlo, acabarán desapareciendo