La salud se utiliza no solo para hablar del organismo sino para definir el estado de algo; puedes tener una vida saludable, pero también unas “cuentas saneadas”. Saludable se puede aplicar a cualquier cosa importante de la vida (relaciones, hábitos, ecosistema, etc.) porque la salud es vida. Si aplicamos este término al futuro, nos costaría afirmar de forma vehemente que viene un futuro saludable. Y como en la salud humana, la del futuro depende de la prevención (a la que, según parece, llegamos tarde) y de los tratamientos o intervención, donde estamos ahora.
Dentro del futuro, la propia salud es uno de los principales indicadores de desarrollo humano: las sociedades con mejores niveles de salud son a la vez las que presentan mejores índices de bienestar, desarrollo económico, calidad de vida o nivel educativo. Por lo tanto, mejorar los niveles de salud tiene un impacto directo en la generación de nuevas oportunidades de desarrollo humano y crecimiento socioeconómico.
Sin embargo, pocas realidades son tan frágiles como la salud. La pandemia provocada por la COVID-19 mostró la debilidad de nuestros sistemas para garantizar la salud de la población mundial y el efecto devastador que cualquier alteración en nuestro entorno provoca en nuestros indicadores de salud. Solo en Europa, la pandemia provocó, según los datos de la OCDE, más de 1,1 millones de fallecimientos directamente atribuidos a la infección, sin entrar en el aspecto de salud mental.
La salud, por lo tanto, es un bien frágil que depende esencialmente de las condiciones de nuestro entorno: cualquier variación en ellas afecta directamente a la salud y pone en grave riesgo de retroceso los avances conseguidos durante décadas. Lo vivimos en 2022 con las sucesivas olas de calor, que los expertos vinculan con el cambio climático, y que triplicaron el número de fallecidos por efecto de las altas temperaturas en España.
Un informe de la revista ‘The Lancet’ apunta que las muertes relacionadas con el calor aumentaron un 68% entre 2017 y 2021 en comparación con el periodo 2000-2004. Este año no ha comenzado mejor y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ya ha advertido de que el quinquenio 2023-2028 será, con una probabilidad del 98%, el más caluroso jamás registrado.
El efecto del cambio climático tiene también consecuencias sobre la seguridad alimentaria, en rendimiento de cosechas y hábitos de consumo, que o bien reducen el acceso a alimentos básicos, o se derivan en enfermedades y defunciones por malos hábitos.
Estos ejemplos, junto a otros efectos como por ejemplo calidad de aire, justifican la reflexión de Margaret Chan, expresidenta de la Organización Mundial de la Salud (OMS), acerca de que “el cambio climático es una crisis de salud pública y se necesitan medidas urgentes para abordar sus impactos en la salud humana”. Esas medidas no pueden esperar más y todos, gobiernos, instituciones, empresas e individuos debemos asumir nuestra responsabilidad.
En una línea más positiva, hemos visto cómo las personas han sido capaces de superar barreras inéditas en los últimos años. Desde la creación de una vacuna en tiempo récord, aprovechamiento de la conectividad para compartir casos y poder abordar enfermedades como el COVID en colaboración, o los nuevos tratamientos exitosos que han surgido en los últimos meses, como el hombre parapléjico que ha vuelto a caminar gracias a un puente entre la médula espinal y el cerebro.
En el caso del Grupo ASISA, somos conscientes de la especial relevancia que jugamos en la sociedad para desarrollar una política de sostenibilidad que proteja la salud de las personas. Proteger la salud y garantizar el bienestar es nuestra misión. Por ello, acabamos de revisar nuestra Estrategia ESG para ser más ambiciosos en nuestros objetivos y mucho más relevantes en nuestra aportación al desarrollo sostenible allí donde estamos presentes.
Para alcanzar nuestras metas, partimos de una base sólida que hemos construido en los últimos años con el despliegue de una política de responsabilidad social que apuesta por el fomento de hábitos de vida saludables y de un plan medioambiental que minimiza al máximo las emisiones contaminantes de nuestros centros e impulsa un uso responsable y eficiente de los recursos.
En este sentido, el Grupo ASISA prioriza el consumo de energía verde y la reducción del consumo energético. Desde 2018, Grupo ASISA ha reducido un 75,5% su huella de carbono; el uso de energías procedentes de fuentes 100% renovables ha evitado la emisión a la atmósfera de casi 20.000 toneladas de CO2; ha incrementado un 19,3% el uso de gas natural como combustible fósil y ha disminuido el consumo de agua un 15%.
Con ello, colaboramos con una transición energética menos contaminante que nos ayudará a reducir el consumo de recursos y la polución y, por lo tanto, afectará directamente a los índices de salud pública.
Del mismo modo, estamos realizando una fuerte inversión para la modernización de nuestra red asistencial con la idea de crear centros sostenibles y que tengan un impacto positivo en su entorno directo. Un buen ejemplo es nuestro centro más moderno, HLA Clínica Internacional Barcelona, una apuesta por la sostenibilidad urbanística, que cuenta con la certificación energética A y se ha construido con materiales y arquitectura sostenible, o la inversión en paneles solares de nuestra última clínica reduce casi un tercio el consumo energético.
Somos conscientes de que ayudar a construir ciudades más verdes y saludables sirve para fomentar la salud.
Con esa misma filosofía, el Grupo ASISA impulsa programas que fomentan los hábitos de vida saludable, empezando por algo básico como la alimentación, la práctica de ejercicio físico o el descanso adecuado. Estos programas, incluidos en nuestra propia oferta de servicios, son esenciales para generar pequeños cambios y expandir nuevas costumbres que nos ayuden a construir una sociedad con personas que vivan más sanas durante más tiempo.
El futuro se construye desde el presente, con pequeñas acciones que apuntalen grandes transformaciones. Para impulsar ese crecimiento acumulativo y sostenible debemos asumir una premisa: sin salud no hay desarrollo posible, ni social ni económico. Somos conscientes de la responsabilidad que tienen organizaciones como el Grupo ASISA, puesto que son imprescindibles para fortalecer esa apuesta por avanzar en la construcción de un mundo más saludable y, por lo tanto, más sostenible para nosotros y, sobre todo, para las generaciones futuras.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Medioambiente 2023.