La Agenda 2030 establece la salud como uno de los ejes prioritarios para el desarrollo sostenible. No es extraño: es evidente que las sociedades con mejores niveles de salud presentan a su vez mejores índices de calidad de vida, educación, igualdad o crecimiento económico. Por lo tanto, es fácil concluir que la salud es uno de los indicadores más fiables de desarrollo y sostenibilidad y mejorar los niveles de salud es un factor esencial para crear mejores oportunidades de desarrollo y crecimiento.
Generar más salud es un reto global para construir sociedades más sostenibles y fortalecer un crecimiento económico más inclusivo que ofrezca protección, estabilidad y cobertura social a toda la población. El desafío es todavía mayor en un escenario lleno de nuevos riesgos y dificultades: las consecuencias de cambio climático y los desastres naturales, incluidas las pandemias, son dos grandes amenazas para la salud y lo seguirán siendo en los próximos años. Lo mismo ocurre con los vínculos entre la salud humana y la salud animal: sabemos desde hace décadas que multitud de enfermedades pueden transmitirse entre diferentes especies y, cuando lo hacen, en muchas ocasiones tienen un gran impacto.
De hecho, los datos que conocemos hasta ahora, avalados por las investigaciones de la OMS, apuntan a que la pandemia de COVID-19 tiene su origen en animales. La comunidad científica estima que hay 1,67 millones de virus aún desconocidos hospedados en animales y hasta la mitad de ellos tienen el potencial de propagarse al hombre.
Junto a estas amenazas, las sociedades más avanzadas nos enfrentamos al reto demográfico que plantea el envejecimiento de la población, que tiene como consecuencia directa el incremento de las patologías crónicas; o el auge de enfermedades no transmisibles, entre ellas las vinculadas con la alimentación, el estilo de vida o los factores medioambientales, como las patologías cardiovasculares y respiratorias o las enfermedades mentales. Todo ello, junto al elevado precio del desarrollo tecnológico, incrementa notablemente los costes y presiona la sostenibilidad de nuestros sistemas sanitarios. Proteger nuestro modelo de bienestar es esencial para seguir mejorando los indicadores de salud pública y poder avanzar en la construcción de sociedades más justas e inclusivas.
Por lo tanto, la sostenibilidad es una tarea compleja que requiere una aproximación multidisciplinar. Desde hace más de 30 años, los organismos internacionales han incluido en su agenda el debate sobre la importancia de la salud en el desarrollo de los países y los vínculos entre salud y desarrollo sostenible, que se producen en una doble dirección. Por un lado, la inversión en salud produce beneficios sociales, económicos y medioambientales a largo plazo. Por otro, la degradación medioambiental tiene serias implicaciones en términos de salud.
Para afrontar estos retos es imprescindible la implicación de todos, empezando por las empresas del sector sanitario. Ya no sirve con desarrollar simplemente planes de sostenibilidad centrados en la reducción de emisiones, el uso racional de los recursos o el fomento del reciclaje. Es evidente que esas políticas son imprescindibles y deben formar parte del acervo de cualquier organización sanitaria. Sin embargo, no son suficientes.
Las compañías sanitarias estamos obligadas a liderar una verdadera transformación que coloque el cuidado y la promoción de la salud en el centro de nuestra acción, fomentando hábitos de vida más saludables; formas de consumo más sostenibles; lugares y formas de trabajo más flexibles y alineadas con la protección de la salud. Debemos empezar por nosotros mismos y, a la vez, ayudar a otros a impulsar su transformación.
En el Grupo HLA somos muy conscientes del papel que podemos y debemos jugar. Nuestro propio origen cooperativo nos empuja a ello, con la reinversión constante del beneficio para seguir construyendo una red asistencial moderna, eficiente y sostenible que cuide la salud de más personas. A la vez, seguimos apostando por una utilización más racional de los recursos.
Para ello, además de reducir los plásticos de un solo uso y sustituirlos por otros reciclables o materiales menos contaminantes, hemos lanzado el Proyecto AlimentaACCIÓN, que recoge todas las iniciativas en torno a la alimentación que contribuyen a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y que tienen un impacto directo en la mejora de la salud de las personas. Algunas de estas son la reducción de comida sobrante o el compromiso con el consumo de producto local y de temporada.
Y mantenemos una apuesta por la energía verde: la totalidad de los hospitales y sus centros médicos HLA consumen energía eléctrica procedente de fuentes 100% renovables y hemos sustituido el uso de combustibles fósiles por otros menos contaminantes.
Estas acciones suman, pero no son suficientes. Por eso, hemos dado un paso adelante y hemos asumido un papel de liderazgo en el Clúster de Salud y Sostenibilidad de Forética con el objetivo de ampliar nuestras alianzas con las principales entidades en materia de sostenibilidad en España. Queremos aportar nuestra experiencia para multiplicar los resultados y profundizar en el papel que podemos jugar para mejorar el impacto en la salud, tanto física como mental, de nuestros empleados, y cómo podemos contribuir desde el ámbito empresarial a cuidar la salud de clientes y consumidores a través de una oferta de productos y servicios saludables.
La pandemia ha mostrado la fragilidad de nuestra forma de vida y nos ha advertido sobre la importancia de la salud para el crecimiento económico. Lo mismo ocurre con el medio ambiente, la otra cara de la misma moneda. Ahora que empezamos a reconstruir lo que la pandemia ha destrozado, tenemos la oportunidad de hacerlo sobre la base de la protección de ese binomio (salud y medio ambiente). En realidad, no podemos permitirnos el lujo de desaprovechar esta oportunidad.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día del Medio Ambiente