La vinculación entre la salud humana, animal y medio ambiente se remonta a los albores de la civilización, cuando los seres humanos comenzaron a depender de la agricultura y domesticaron diversas especies animales.
A lo largo de los milenios, esta interconexión se ha hecho cada vez más evidente. Sin embargo, pese a algunos intentos embrionarios en el siglo XIX, no fue hasta finales del siglo XX cuando este enfoque comenzó a ganar terreno en nuestra sociedad.
Apenas han pasado 40 años desde que en 1984 el veterinario estadounidense Calvin Schwabe acuñó el concepto “one medicine”.
En él sintetizaba la idea de que la medicina humana y la medicina animal comparten un único paradigma y el desarrollo de ambas disciplinas se retroalimenta. Dos décadas después, en plena toma de conciencia de las consecuencias del calentamiento global y de la pérdida de biodiversidad en el planeta y golpeados por crisis como el ébola o la gripe aviar, un grupo de expertos en salud auspiciados por la Universidad Rockefeller impulsaron un manifiesto, “The Manhattan Principles”.
Sus doce puntos se resumen en una idea (“One World, One Health”), establecen la estrecha vinculación entre salud humana, salud animal y conservación del medio ambiente y abogaban por desarrollar nuevos enfoques integrales para garantizar la salud global en un futuro más saludable y sostenible para todos.
En octubre de 2019, un año después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) incorporase este enfoque, más de 200 expertos de 47 países se reunieron en Berlín para actualizar los 12 puntos consensuados en Manhattan. Su objetivo era alertar a la comunidad internacional de las consecuencias de ignorar el enfoque One Health y del enorme coste de no establecer políticas de salud pública multidimensionales en el contexto de una sociedad global e interdependiente.
El manifiesto “Berlin Principles on One Health” advertía claramente: “La salud humana, animal y del medio ambiente y el bienestar están intrínsecamente conectadas y profundamente impactadas por las actividades del ser humano” y reclamaba un plan de acción decidido, holístico e integrado para abordar los desafíos de salud global. Sus advertencias se consumaron casi de inmediato. Dos meses después del manifiesto de Berlín, el mundo se enfrentó a la pandemia provocada por la COVID-19 que, según apunta la OMS, tuvo su origen en animales.
Los vínculos entre salud humana y salud animal parecen evidentes: sabemos desde hace décadas que multitud de enfermedades pueden transmitirse entre diferentes especies y, cuando lo hacen, en muchas ocasiones tienen un gran impacto.
Por otro lado, la agenda de los organismos internacionales incluye el debate sobre la importancia de la salud en el desarrollo de los países y los vínculos entre salud y desarrollo sostenible, que se producen en una doble dirección: la inversión en salud produce beneficios sociales, económicos y medioambientales a largo plazo mientras que la degradación medioambiental tiene serias implicaciones en términos de salud. Hoy, la salud es uno de los indicadores más fiables de desarrollo y sostenibilidad y mejorar los niveles de salud supone generar nuevas oportunidades de desarrollo y crecimiento.
Las consecuencias del cambio climático y los desastres naturales, incluidas las pandemias y la expansión de enfermedades infecciosas, son dos de las grandes amenazas para la salud en el siglo XXI. Un dato ejemplifica la importancia del medio ambiente en términos de salud: según la OMS, en 2019, último año del que existen cifras globales, la contaminación del aire causó alrededor del 12% de todas las muertes del planeta y en 2024 sólo el 5% de los países cumplen con las directrices internacionales de calidad del aire.
La mejora de la calidad del aire no solo reduciría la mortalidad, sino también algunas patologías respiratorias crónicas y enfermedades cardiacas o neurológicas que se agravan con la contaminación.
A su vez, esto reduciría la carga que soportan los sistemas sanitarios, con menos ingresos hospitalarios y menos tratamientos. Por último, tendría una repercusión directa en el bienestar de muchas personas que podrían vivir más tiempo y en mejores condiciones.
Las empresas -especialmente las que nos dedicamos a la salud y el cuidado de las personas- debemos asumir nuestra responsabilidad, comprometernos firmemente con un enfoque One Health e impulsar medidas que ayuden a mejorar la salud de las personas mientras cuidamos nuestro entorno. Las compañías sanitarias estamos obligadas a liderar una verdadera transformación que coloque el cuidado y la promoción de la salud en el centro de nuestra acción, fomentando hábitos de vida más saludables; formas de consumo más sostenibles; lugares y formas de trabajo más flexibles y alineadas con la protección de la salud. Debemos empezar por nosotros mismos y, a la vez, ayudar a otros a impulsar su transformación.
El Grupo ASISA ha incluido este enfoque en su acción empresarial. Sabemos que no hay salud posible en un entorno degradado. Por ello, hemos desplegado un plan de acción medioambiental que nos ha permitido dejar de emitir a la atmósfera más de 4.400 toneladas de CO2 gracias al uso de energía procedente de fuentes 100% renovables.
Ahora mismo, el 99,84% del total de energía eléctrica que consume el Grupo ASISA procede de fuentes 100% renovables y en 2023 aumentamos un 4,9% el uso de electricidad verde. Debido a la apuesta del grupo por un modelo energético bajo en emisiones, el gas natural representa el 86,9% del total de combustibles fósiles consumidos, un incremento del 22,6% lo que evidencia el compromiso por el uso de combustibles menos contaminantes.
A la vez que incrementábamos más de un 20% nuestra actividad asistencial, hemos conseguido reducir el consumo de papel confidencial un 35,9%, los residuos peligrosos un 31%, así como el consumo de agua un 2,1%. Estas cifras muestran que es posible seguir creciendo y cuidando cada vez a más personas de manera más sostenible y más comprometida con la protección del medio ambiente.
El enfoque One Health es el único que garantiza una salud sostenible para más personas y rompe de manera radical con la idea de que la salud depende en exclusiva del sistema sanitario cuando, en realidad, la salud es consecuencia de muchos factores (sociales, económicos, culturales, etc.) y sectores que interactúan en nuestra sociedad. Al mismo tiempo, invertir en salud es un componente esencial para la sostenibilidad que tiene efecto en varias generaciones y que provoca resultados en términos de esperanza y de calidad de vida y bienestar económico, medioambiental y social.
Todo ello es coherente con el objetivo que guía la actividad del Grupo ASISA: mejorar el bienestar social, protegiendo a las personas de forma sostenible e inclusiva, contribuyendo al progreso y al medioambiente.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial de la Salud 2024.