Tal y como indica el objetivo de desarrollo sostenible (ODS) 3, garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades es esencial para el desarrollo sostenible.
El envejecimiento de la población, que significa un aumento de la cronificación de enfermedades y la polimedicación junto a la tendencia creciente a la no institucionalización de las personas mayores está evidenciando una nueva necesidad social: la asistencia domiciliaria a pacientes dependientes y/o pluripatológicos.
Esta necesidad, se ha hecho más visible con la COVID-19, ya que, por distintas circunstancias, muchos pacientes no podían acudir presencialmente a los centros de salud y/o a las farmacias (enfermedad, cuarentena, restricciones de movilidad, etc.). En este contexto, en el ámbito de la farmacia comunitaria, en muchas comunidades autónomas se articuló un sistema de dispensación de medicamentos a domicilio a personas vulnerables.
En el caso del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Gipuzkoa (COFG), se decidió trabajar en la atención farmacéutica domiciliaria (AFD), una nueva dimensión profesional relativamente reciente y que constituye un importante reto para la profesión.
La AFD consiste en la prestación de Servicios Profesionales Farmacéuticos Asistenciales (SPFA) en el domicilio a aquellos pacientes que, por su condición sanitaria, no pueden acudir a la farmacia comunitaria para recibirlos.
El objetivo principal es satisfacer las necesidades farmacoterapéuticas del paciente a través de la mejora del uso de los medicamentos y de la adherencia al tratamiento farmacológico. También, a través de la prevención, detección y resolución de problemas y resultados negativos asociados a medicación para, en definitiva, contribuir a la sostenibilidad del sistema sanitario.
Se pone en cuestión el marco jurídico de aplicación. En este sentido, si bien sería conveniente contar con una regulación específica que estableciera el ámbito de aplicación, contenido y límites de la AFD, se podrían, inicialmente, fomentar experiencias piloto para poder protocolizar el servicio y medir los resultados obtenidos a consecuencia de la actuación profesional del farmacéutico. Todo ello, enmarcado dentro de programas acordados con las administraciones sanitarias.
En nuestro caso, se puso en marcha un proyecto piloto, junto con una organización sin ánimo de lucro (Hurkoa) de un “Plan integral al paciente frágil en el domicilio”, en el que farmacéuticos comunitarios de varias farmacias de la provincia prestaban AFD dentro de un equipo multidisciplinar de atención a pacientes vulnerables y dependientes. Los primeros pasos del proyecto fueron la formación a las farmacias para darles a conocer Hurkoa, el propósito del proyecto y los detalles del funcionamiento.
En el plan, Hurkoa valoraba las necesidades de los pacientes de forma individualizada. A los que requerían ayuda con la gestión de la medicación se les asignaba un farmacéutico en el equipo multidisciplinar de cuidados. Los pacientes, seleccionaban su farmacia comunitaria de confianza y se lo comunicaban al técnico de Hurkoa. Este se lo comunicaba al COFG y nosotros al farmacéutico seleccionado y después se realizaba una visita conjunta al domicilio con el coordinador de Hurkoa para articular la asistencia.
En una primera visita en el domicilio, el farmacéutico entrevistaba al paciente o a la persona responsable de la medicación para analizar todos los medicamentos que utilizaba, la posología y pautas de dosificación. A continuación, realizaba una revisión de botiquín, para retirar los medicamentos caducados, en malas condiciones de conservación o que ya no se utilizaban, además de una revisión de la medicación, para detectar e intervenir sobre los problemas relacionados con la medicación (PRM), como por ejemplo errores en la administración inadecuada, duplicidades o falta de adherencia.
La revisión del botiquín permitió retirar entre 2 y 3 medicamentos en todos los pacientes, por estar caducados o no estar siendo utilizados, lo que supuso eliminar un 15% de total de la medicación.
Por otra parte, la revisión de la medicación permitió detectar el menos 1 PRM en todos los pacientes del programa.
El programa fue valorado con una satisfacción de grado alto o muy alto por todos los pacientes y ha conseguido consolidarse como proyecto, tras el piloto.
Esta experiencia demuestra los beneficios que se derivan de la asistencia a domicilio por parte del farmacéutico comunitario.
En definitiva, el servicio de AFD, orientado a personas con incapacidad física y/o pacientes mayores dependientes, polimedicados y con dificultades de desplazamiento, contribuye a mejorar el estado de salud del paciente y abordar una necesidad social. Por ello, confío en que se vaya haciendo realidad en nuestras farmacias comunitarias a través de experiencias piloto, inicialmente, y grandes proyectos, a continuación, para lograr finalmente implantar y generalizar este servicio.
Ser finalistas de los I Premios a la Innovación Social del Consejo General, nos ha servido para poder dar difusión a un proyecto de alta importancia y reconocer públicamente la extraordinaria labor que los farmacéuticos comunitarios realizan como agentes de transformación social, contribuyendo a la consecución de los ODS de Naciones Unidas.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables “Premios a la Innovación Social: Farmacéuticos y ODS”, en colaboración con el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF).