Parece que fue ayer cuando las ciudades descansaban de su actividad, de sus calles pobladas, llenas de coches particulares. Y es que hace ya un año desde que la soñada “nueva normalidad” llegó para quedarse entre nuestras vidas. Esta transición nos ha permitido contar con más tiempo para la reflexión, especialmente sobre algunos aspectos que afectan directamente a nuestra calidad de vida en la ciudad.
La lucha contra el cambio climático y la concienciación climática ha ido adquiriendo protagonismo en las agendas públicas, en los planes estratégicos de negocio y en las mentes de los ciudadanos. Los hábitos de consumo han cambiado considerablemente, las personas somos cada vez más conscientes de la importancia de integrar en nuestro día a día la responsabilidad con el medioambiente y la sociedad. De hecho, según numerosos estudios, más de la mitad de los consumidores en España valoran la sostenibilidad a la hora de comprar, adquirir y contratar un producto o servicio.
Hemos cambiado nuestros hábitos, incluso aquellos que tienen que ver con la forma en la que nos movemos. Sin embargo, todavía queda mucho trabajo por hacer, sobre todo en materia de movilidad. ¿La razón? El sector del transporte es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero (GEI) y el que presenta un mayor crecimiento de estas emisiones, concretamente es responsable del 24% de las emisiones de CO2 a nivel global de acuerdo a la IEA.
Debemos encontrar soluciones de movilidad más sostenibles, respetuosas con el planeta y que nos permitan hacer de las ciudades sitios más habitables. Actualmente, el vehículo privado es nuestro principal medio de transporte tanto en España como en Latinoamérica de acuerdo a nuestro Estudio Reimaginando las Ciudades y, según datos recogidos por la agencia de marketing digital Hedges & Company, colaboradora de Google, existen más de 1.400 millones de vehículos en la carretera a nivel global actualmente. Un dato que invita a reflexionar y considerar la ocupación de estos vehículos en las ciudades, frente a los espacios disponibles para el uso de las personas, sin olvidar sus efectos en el medioambiente y nuestra salud.
Alternativas como la movilidad compartida y descarbonizada, los servicios de micromovilidad (motos, bicicletas o patinetes eléctricos), el uso del transporte público o incrementar nuestros desplazamientos a pie son soluciones efectivas que nos pueden ayudar a reducir las emisiones en el sector del transporte y, en consecuencia, reducir el espacio urbano dedicado al vehículo privado. También, apostar por empresas que ofrezcan servicios de movilidad comprometidos con la transición a modelos bajos en carbono y que compensen las emisiones de sus operaciones es una opción efectiva en la ruta hacia una movilidad sostenible.
Sin duda, todavía queda mucho camino por recorrer en este trayecto tan ambicioso hacía la movilidad sostenible para alinearnos con el Acuerdo de París y limitar el incremento de la temperatura media global del planeta a 2ºC respecto a los niveles preindustriales, así como el objetivo de la UE de reducir en un 90% las emisiones de dióxido de carbono (CO2) del sector del transporte en 2050. Un trayecto en el que todos tenemos que rodar hacia la misma dirección, aportando nuestro grano de arena para lograr la transición que la sociedad queremos.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día del Medio Ambiente