Como algunos autores señalan hoy en día vivimos, ya no una era de cambios, sino en un cambio de era: Un cambio de era que viene facilitado por una revolución de las tecnologías de la información y la comunicación que han generado sociedades más interconectadas, transparentes, complejas, inciertas y globalizadas que nunca jamás en la historia.
En este nuevo paradigma de máxima exposición la clave para el éxito de cualquier proyecto empresarial, político, social e incluso personal radica en la capacidad de generar la confianza necesaria en el resto de actores con los que interactúa de manera inmediata e integral merced a las tecnologías; hoy se sabe todo lo que ocurre en cualquier punto del planeta y se sabe de manera inmediata. Supone por tanto la decadencia de un modelo que premia lógicas de toma de decisión de corto plazo que no integran ni valorizan los impactos externos medioambientales, sociales, institucionales o humanos que generan; impactos externos que hasta hace pocos años solo se conocían con el paso del tiempo y se hacían irrelevantes para el retorno al corto plazo de los réditos de un proyecto pero que en cambio hoy son accesibles de manera cuasi-inmediata y cuestionan la capacidad de generar confianza en el entorno en el que interactúa el decisor y por tanto condiciona de manera definitiva la viabilidad de cualquier proyecto.
De igual manera la necesidad de generar confianza en entornos de máxima interacción y exposición supone la disfuncionalidad del pensamiento lineal para aprehender la complejidad de la realidad en su conjunto y la necesidad de entender, identificar y medir las interacciones de las distintas variables medioambientales, sociales, políticas, económicas y humanas que concurren en un contexto determinado, para conocer los impactos y las consecuencias que generan nuestras decisiones, y ser capaces de minimizar los impactos negativos y multiplicar los positivos en estas realidades comunes y compartidas, elementos básicos para fortalecer lazos de confianza que destilar en valor para cada uno de los actores. Dicho de otra manera, la realidad siempre ha sido compleja, si bien en corto plazo las conexiones no eran relevantes; al acelerarse el retorno de nuestras decisiones las interconexiones pasan a ser relevantes para la gestión de nuestras externalidades y la construcción de confianza.
La confianza generada la metabolizará cada actor en valor en función de su naturaleza; de esta manera un proyecto empresarial que sea capaz de generar esta confianza la canjeará en valor empresarial mostrándole a sus inversores su posicionamiento, reconocimiento y capacidad de relacionamiento con el resto de actores en el contexto en el que opera para proteger sus inversiones y adaptarse a los desafíos de sociedades y mercados tan inciertos y e inestables en las que vivimos. De igual manera canjeará esta confianza accediendo a mejores señales a la Administración Pública para contratar, a las Cadenas de Valor, a sus empleadas y empleados, al talento emergente, al consumidor, o a otros grupos de interés; un proyecto político está igualmente desafiado y necesitado de dar respuesta a una ciudadanía que hoy puede votar, participar y exigir rendición de cuentas a diario y que necesita devolver resultados y comunicarlos adecuadamente para canjearlos en reconocimiento a sus políticas, lo que supone un estímulo para la búsqueda de socios adecuados para la colaboración en el logro de impactos positivos en lugares comunes del contexto que comparten.
La confianza es por tanto la divisa que cotiza al alza en estas sociedades transparentes e interconectadas en las que vivimos y actuamos hoy en día. y esto supone un desafío mayúsculo para los modelos empresariales, para los modelos políticos, los modelos de organizaciones de la sociedad civil, pero, ante todo, supone un desafío epistemológico respecto al modelo de pensamiento con el que vamos a mirar, aprender y aprehender la realidad en la que vamos a interactuar.
Sólo desde una mirada holística, integral y sistémica seremos capaces de entender, identificar , medir y gestionar nuestros impactos adecuadamente en contextos complejos y garantizar de esta manera que no sólo no generamos externalidades negativas que nos penalizarían en términos de confianza sino que estaremos en condiciones de constituirnos en socios para construir conjuntamente estos lugares comunes y generar de esta manera entornos medioambientales, económicos, sociales, institucionales y humanos estables, confiables en el largo plazo, precisamente aquellos que escasean hoy en día para atraer inversiones hacia la economía real en el medio y largo plazo.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 se caracterizan por ser unos excelentes marcos donde identificar objetivos comunes en un contexto determinado donde construir esa confianza entre los diferentes actores que interactúan en el mismo. Son por tanto un escenario excelente que invita a superar el enfoque de competición o negociación entre actores para abordar el de colaboración para el logro de impactos positivos en el desarrollo sostenible del contexto compartido, con metas e indicadores que eviten la retórica y orienten a la acción y al logro de resultados que cada actor canjeará en valor con sus respectivos grupos de interés.
Y por último y más importante, la Agenda 2030 asume que para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que concurren en un territorio es precisa una mirada sistémica e integral a la realidad que permita entender profundamente las interconexiones entre los elementos medioambientales, económicos, sociales que se dan en el mismo para poder abordarlos con garantías de impacto, transformación y por supuesto, de generación de confianza en que los actores públicos y privados que interactúan en el mismo están operando no sólo sin vulnerar alguna de estas dimensiones sino colaborando para la generación de economías inclusivas, reales y de largo plazo sobre las que cohesionar a las sociedades y los territorios, respetuosas con el medio ambiente y capaces de combatir el cambio climático, poniendo a las personas en el centro y sin dejar a nadie atrás.
Es por ello que La Sociedad Española de Sistemas Generales SESGE , que lleva trabajando por el desarrollo del pensamiento sistémico en España y América Latina durante décadas y el Programa Ciudades del Pacto Global de Naciones Unidas están colaborando para que el abordaje de los proyectos de diseño y co-creación de hojas de ruta de la Agenda 2030 en ciudades y territorios estén enfocadas desde un adecuado enfoque y análisis sistémico de la realidad en cuya transformación se van a implicar los actores públicos y privados que concurren en la misma.