El mundo está viviendo un momento muy convulso, en el que la previsión sobre el impacto de la acción del hombre sobre el planeta no es nada halagüeña. El último informe del World Risk Forum incluye como principales riesgos en el medio y largo plazo la inacción en la lucha contra el cambio climático, los eventos meteorológicos extremos, la escasez de recursos naturales y la pérdida de biodiversidad.
Lamentablemente, nos estamos acostumbrando a ver ejemplos de la materialización de todas estas amenazas de manera habitual en las noticias: el 80% de los desastres naturales entre 2005 y 2015 estaba relacionado, de alguna forma, con el cambio climático; la pérdida de biodiversidad en los últimos dos años ha sido del 8%; una de cada seis personas en el mundo no tiene acceso suficiente a agua potable, etcétera.
Parece muy obvio que la solución ha de venir de la mano de un enfoque global, en el que todos los actores implicados remen en idéntica dirección y con un objetivo común. Pero integrar esta meta en las estrategias empresariales no es algo sencillo. Solo una gestión holística de este tipo de riesgos a los que se están enfrentando las organizaciones en el presente, y también lo harán en el futuro, permitirá asegurar su adaptación y supervivencia y retener a los inversores, cada vez más preocupados por los impactos financieros de los aspectos ambientales en los activos evaluados.
Para poder abordar este reto es necesario trasladar los riesgos potenciales relacionados con el medio ambiente al lenguaje financiero, dándoles encaje de este modo en las estrategias empresariales y asegurando una homogeneidad de criterios en cuanto a evaluación, seguimiento y reporte, de la misma forma que sucede en el ámbito de las finanzas.
En este sentido, ya se han lanzado iniciativas internacionales como el Task Force on Climate-related Finantial Disclosures (TCFD) del Financial Stability Board (FSB), que ha diseñado un marco de recomendaciones para entender los riesgos y oportunidades relacionados con el cambio climático a los que se enfrentan las empresas y así cuantificar los impactos financieros en sus balances, cuentas de resultados y flujos de caja derivados de su respuesta estratégica o inacción.
Este marco de trabajo específico para abordar el problema del cambio climático se está replicando para encarar otras amenazas para el medio ambiente, como la pérdida de la biodiversidad. Hace unos meses se constituyó el grupo de trabajo informal para la puesta en marcha del nuevo Task Force on Nature-related Financial Disclosure (TNFD) que, basado en la experiencia de su homólogo climático TCFD, pretende aunar a gobiernos, bancos, inversores y compañías para redirigir los flujos de financiación hacia actividades positivas para la naturaleza y abordar los impactos de las compañías en el capital natural.
La Unión Europa también ha dado un paso al frente en este ámbito a través del Reglamento de la Taxonomía de Actividades Sostenibles, en el que se especificarán, para su acceso a vías de financiación, las actividades que no solo demuestren un impacto positivo, sino también la ausencia de impacto negativo en todos y cada uno de los objetivos ambientales: mitigación del cambio climático, adaptación al cambio climático, gestión de los recursos hídricos, protección de la biodiversidad, economía circular y prevención de la contaminación. Este enfoque permitirá dirigir los flujos de capital hacia actividades sostenibles, asegurar la integración de los aspectos ambientales en los sistemas de gestión de riesgos empresariales y fomentar la transparencia y la inversión a largo plazo.
La actividad de Capital Energy está totalmente alineada con el objetivo de mitigación del cambio climático, pero somos conscientes de que necesitamos ir mucho más allá. Así, en el proceso de definición de la estrategia de sostenibilidad, uno de los pilares de nuestra estrategia empresarial, hemos tenido en cuenta todas las expectativas de nuestros grupos de interés, estableciendo el objetivo de lograr que las actividades de la cadena de valor tengan un impacto neto positivo sobre el entorno.
Las líneas de trabajo definidas, que incluyen el enfoque de gestión e iniciativas detalladas anteriormente, nos permitirán identificar los riegos ambientales con un enfoque de doble materialidad y adaptarnos progresivamente a los requerimientos ambientales cada vez más exigentes, contribuyendo de este modo a la consecución de los objetivos nacionales y europeos.
Solo seremos capaces de afrontar estos desafíos con un enfoque innovador y digital como pilar de base, que nos permitirá conseguir sinergias al servicio de la creación de un nuevo modelo de gestión, centrado en maximizar la creación de valor, en proteger el medio ambiente y en el impulso económico y social de los entornos donde operamos, en línea con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día del Medio Ambiente