La disponibilidad de agua bebida salubre y limpia y de un saneamiento adecuado, es un derecho humano básico, que va a condicionar el desarrollo y la cohesión social de los pueblos. La relación entre la salud pública y el agua de uso humano es un hecho irrefutable, tanto de forma directa a través del agua utilizada para consumo o bebida, en la higiene personal, en el ámbito doméstico y en la industria alimentaria, como indirecta, a través del uso del agua con fines recreativos y de la reutilización de aguas residuales depuradas; sin olvidar las consecuencias devastadoras del desabastecimiento de agua, o la carencia de sistemas de saneamiento, para el desarrollo socioeconómico y para la salud de la población.
Por lo tanto, el control de la influencia en la salud de los factores ambientales relacionados con el agua en sus distintas vertientes tiene que ser objetivo de programas, planes y actuaciones normativas de organismos nacionales e internacionales.
El Real Decreto 3/2023, de 10 de enero, por el que se establecen los criterios técnico-sanitarios de la calidad del agua de consumo, su control y suministro, ofrece un control del agua de consumo con unos valores de referencia basados en los conocimientos científicos y técnicos actuales, todo ello de cara a proteger mejor la salud de la población destinataria de dicha agua. Existe una amplia gama de condiciones y parámetros en torno al agua que determinan la salud de las comunidades. Además, la salud humana incide directamente sobre gran parte de los aspectos relacionados con el desarrollo.
En 2022 habían 10.772 Zonas de Abastecimiento censadas en España que abastecían al 85,5% de la población y el análisis de las muestras obtenidas en los 212.877 puntos de muestreo notificados evidencian que el 98,5% de los boletines de análisis notificados en agua de consumo han sido aptos para el consumo.
El Día Mundial del Agua es una jornada internacional para concienciar sobre la importancia crítica del agua dulce y promover una gestión responsable de este recurso esencial que se celebra anualmente el 22 de marzo desde 1993, establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) el 22 de diciembre de 1992 mediante la Resolución A/RES/47/193.
El lema de este día para 2024 es “Agua para la paz” para destacar la importancia de cooperar en materia de agua y así promover la armonía, generando prosperidad y fomentando la resiliencia frente a los desafíos comunes.
«Si las guerras del siglo XX se lucharon por el petróleo, las guerras del próximo siglo serán por el agua». Estas son palabras que cuentan casi con dos décadas de vida, fueron pronunciadas en 1995, y que tienen a pesar de su edad plena vigencia. El autor fue Ismail Serageldin que, por aquel entonces, era vicepresidente del Banco Mundial.
La creciente amenaza de la modificación del clima causado por el hombre ya está empeorando las condiciones del agua en todo el mundo, profundizando las sequías, aumentando las inundaciones y alterando la infraestructura del agua.
Sin embargo, no es una de las prioridades en la agenda de los gobernantes. En uno de los últimos informes de Naciones Unidas (ONU), el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) dedicado al agua, el número 6, solo ha alcanzado el 25% de las metas totales para 2030. El agua ha sido un desencadenante de conflictos desde hace milenios y que, en ocasiones, se ha utilizado incluso como arma, pero los recursos hídricos compartidos también pueden ser una oportunidad para la cooperación.
El agua es un recurso vital e irremplazable, y garantizar que todas las personas, en todas partes, tengan acceso a ella es la base de la organización de nuestras sociedades. Posibilita la vida misma, satisface nuestras necesidades humanas básicas y permite el desarrollo de la mayoría de nuestras actividades socioeconómicas.
La ONU estima que dos tercios de la población mundial podrían enfrentarse a un “estrés hídrico” en 2025. El agua es una cuestión de supervivencia y la escasez de suministro podría tener consecuencias dramáticas para nuestra seguridad. Y hay muchas más razones por las que es nuestro interés global y compartido garantizar que los recursos hídricos se gestionen bien, se compartan de manera justa y se pongan a disposición de quienes los necesitan.
Se calcula que cerca de un millón de personas fallecen cada año a causa de enfermedades diarreicas contraídas como resultado de la insalubridad del agua, de un saneamiento insuficiente o de una mala higiene de las manos. Sin embargo, en la mayor parte de los casos estas enfermedades se pueden prevenir: si se abordasen esos factores de riesgo, cada año se podría evitar que fallecieran unos 395.000 niños menores de cinco años.
Si queremos ofrecer una cobertura universal de los servicios básicos de agua potable en 2030, será necesario duplicar las tasas de progreso registradas hasta el momento y, para lograr el mismo objetivo con los servicios de suministro de agua para consumo humano gestionados de forma segura, las tasas tendrían que multiplicarse por seis.
La mejora de los sistemas de abastecimiento de agua debe lograrse haciendo frente al cambio climático, la mayor escasez de agua, el crecimiento de la población, los cambios demográficos y la urbanización. De hecho, más de 2000 millones de personas viven en países con escasez de agua, una situación que probablemente empeorará en algunas regiones como resultado del cambio climático y el crecimiento demográfico.
Una estrategia importante para recuperar agua, nutrientes y energía es reutilizar las aguas residuales.
Aun así, sigue sin explotarse todo el potencial del agua como instrumento para la paz y la cooperación. No debemos olvidar que la salud pública y la prosperidad, los sistemas alimentarios y energéticos, la productividad económica y la integridad ambiental dependen del buen funcionamiento y la gestión equitativa del ciclo del agua.
Pero aún estamos a tiempo de fomentar la armonía entre comunidades y países uniéndonos en torno al aprovechamiento justo y sostenible del agua, desde los convenios y convenciones de las Naciones Unidas a nivel internacional hasta las acciones a nivel local.
El acceso al agua potable es un derecho humano. En consonancia con el Grupo Mundial de Alto Nivel sobre el Agua y la Paz, la UE considera que el desafío mundial del agua no solo tiene que ver con el desarrollo y los derechos humanos, sino también con la paz y la seguridad, por lo que existe una necesidad urgente de trabajar juntos para proteger y conservar nuestro recurso más preciado. La cooperación en materia de agua allana el camino para la cooperación en todos los desafíos compartidos.
Debemos utilizar el agua como herramienta para crear un mundo más pacífico y próspero para todos.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Agua 2024.