El cuidado del medio ambiente no es algo reciente. Desde la primera Conferencia Mundial del Medio Ambiente en Estocolmo (Suecia), en 1972, los gobiernos intentan redefinir la relación entre el hombre y la naturaleza, por lo que se ha hecho patente la necesidad de un desarrollo sustentable, y hoy día existe un nuevo protagonista que puede ayudar en este proceso: las empresas privadas.
Inversiones en tecnologías limpias, reducción en la utilización de fuentes no renovables de energía, reciclaje y sustitución de materiales ayudan en la optimización de recursos y hoy representan logros económicos para empresas y también para el medio ambiente.
Organizaciones de todos los tamaños han adoptado políticas sustentables y uno de los asuntos más debatidos es la reducción de emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), en especial del CO2. Este es el flagelo de nuestro tiempo y existen evidencias considerables de que la mayor parte del calentamiento global ha sido causado por las actividades humanas. Hoy en día, casi todas las actividades que son realizadas (movilidad, alimentación y otros), bienes que son utilizados (como de consumo y hogar) implican el consumo de energía, lo que significa contribuir con este tipo de emisiones a la atmósfera.
Bajo esta perspectiva, la huella de carbono1 (conocida como carbon footprint, en inglés) presenta una medida de contribución a las organizaciones que tienen como misión ser socialmente responsables, y esto un elemento de concientización para la aceptación entre los ciudadanos de prácticas más sustentables.
Control estratégico de las emisiones
El concepto de la huella de carbono es la totalidad de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto. Tal impacto ambiental es medido llevando a cabo un inventario de emisiones de GEI que siguen normativas internacionales reconocidas, como el ISO 14064-1 – principal certificación mundial ambiental.
La huella de carbono se mide en masa de CO2 equivalente (CO2e o CO2eq). Una vez conocido el tamaño de la huella, es posible implementar una estrategia de reducción y/o compensación de emisiones de estos gases.
Intel mide su huella de carbono, así como todos sus esfuerzos ambientales y los incorpora a sus negocios, posee metas claras y el progreso de sus acciones es publicado en el Reporte Anual de Responsabilidad Social de la empresa2. Las metas de desempeño ambiental existen en todas sus operaciones globales y busca la mejora continua en la manera como son elegidos los nuevos espacios físicos donde opera. Busca también conservar energía y recursos, reciclar y reutilizar materiales, como es el caso del Edificio de Bienestar en Intel Costa Rica.
Todo esto es posible gracias a una serie de esfuerzos que están a cargo de cada uno de los profesionales que forman parte de Intel en el mundo, incluyendo la conservación y eficiencia en el consumo de energía, la utilización de instalaciones solares, compras de energía verde y la construcción de edificios eficientes.
Para esto, Intel creó una estrategia fuerte y sustentable para comprar y usar energía de manera económica y ambientalmente responsable. Son varias acciones, como el acuerdo para reducir las emisiones de compuestos perfluorados (PFCs, en inglés), acordado en 1996. En aquel momento, Intel y otros fabricantes de semiconductores en los Estados Unidos hicieron un acuerdo voluntario con la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) para reducir materiales utilizados en la fabricación de semiconductores, conocidos por contribuir con el calentamiento global, posteriormente, el acuerdo evolucionó hasta llegar a ser mundial.
De acuerdo con los datos de nuestro último reporte anual, en 2010, Intel cumplió con el objetivo, reduciendo sus emisiones de PFCs en 45% y más de 80% por chip con relación a las emisiones en 1995. Desde 2001, la empresa invirtió más de US$ 45 millones y fueron creados más de 1,500 proyectos de eficiencia energética y conservación de recursos que permitieron economizar más de 790 millones de KW/h de energía en las instalaciones de la empresa a nivel mundial.
Según datos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, desde 2008 Intel es la mayor compradora voluntaria de energía verde en ese país y, desde 2010, trabaja en sociedad con terceros para concluir nueve instalaciones eléctricas solares en fábricas ubicadas en Estado Unidos e Israel. Los créditos de energía renovable generados por esas instalaciones son transferidos para servicios públicos locales para apoyar reglamentos y programas.
Intel también se esfuerza por disminuir el impacto de sus productos durante todo su ciclo de vida, desde la concepción y utilización por los consumidores hasta el reciclaje y su salida del mercado, pues el uso por los consumidores presenta la mayor parte de la huella de carbono de Intel.
Asimismo, los esfuerzos mundiales para reducir las emisiones presentan oportunidades de mercado para las tecnologías, como redes inteligentes y sistemas de gestión de energía en el hogar.
La responsabilidad ambiental es un compromiso que tenemos como parte de nuestra estrategia de negocio y lo consideramos fundamental. La prioridad en la reducción de la huella de carbono y en la conservación de energía ayudó que construyéramos un negocio más sustentable y un modelo de gestión que genera operaciones aún más eficientes. Y el secreto está en pensar que cada elemento del planeta está sumado a todos los demás y, así, la única forma de encontrar la sostenibilidad es trabajar con cada uno de los elementos de la forma más natural y compensadora posible.