Uno de los efectos ha sido el incremento de muchas necesidades sociales, la crisis también del que suponíamos debía ser el Estado de Bienestar y los derechos básicos que deberían estar cubiertos con nuestros modelos anteriores. Estamos en momento de cuestionamiento constante en el que intentamos definir cómo responder a este contexto para asegurar un futuro sostenible y justo para todos y todas.
Se ha puesto de manifiesto determinadas problemáticas a una sociedad cada vez más sensibilizada por problemas que ahora se perciben lamentablemente más próximos. Pero desgraciadamente este contexto económico ha tenido también un impacto en el sector que trabaja para combatir y atender estas necesidades y promover los derechos sociales, el Tercer Sector Social. Las entidades no sólo han visto cómo aumentaban las necesidades que estaban atendiendo, sino también cómo han disminuido los recursos de los que disponían para hacer frente a las mismas y desarrollar sus acciones.
Hace casi dos años, nos reunimos para trabajar en una iniciativa conjunta tres instituciones que tienen como objetivo dar apoyo y contribuir a la mejora de este sector no lucrativo, la Fundación de PwC, la Obra Social “La Caixa” y el Instituto de Innovación Social de ESADE. El objetivo de esta asociación es presentar el impacto de la crisis en el sector, pero también aportar previsiones para el futuro y dar orientaciones a las entidades para minimizar estas consecuencias. Hasta la fecha, los resultados han sido dos informes, el segundo de los cuales acabamos de presentar, y en el que además de medir este impacto se describe la reacción de las entidades.
El informe cuantifica la situación de un sector del cual éramos conscientes de la realidad complicada que estaba experimentado. Los datos nos han mostrado una importante reducción de sus ingresos en los últimos tres años, con consecuencias negativas en el sector, pero también en nuestras sociedades. Hace unos años que las entidades fueron conscientes del contexto económico, y por este motivo la mayoría empezaron a desarrollar planes de acción en este sentido, para ajustarse a una disminución de recursos, o reenfocar su acción en un nuevo contexto. Actualmente están replanteando sus programas para priorizar los más vinculados a su razón de ser, a la vez que están potenciando nuevas vías de financiación para diversificar sus ingresos.
La situación es complicada para muchas entidades que han tenido que disminuir sus acciones, o incluso, en casos extremos, desaparecer o mantenerse inactivas (estimamos un 20-30%). Ello supone que se están dejando de atender a muchas personas o problemáticas que siguen siendo necesarias. La disminución de recursos no ha sido homogénea para todas las entidades y aunque los ingresos globales han disminuido, se han priorizado algunos ámbitos de actuación, especialmente los ámbitos de acción social más vinculados con el impacto de la crisis en nuestro entorno cercano. Se ha priorizado aquello que se ha considerado más urgente, pero otras causas y colectivos siguen siendo importantes. Por ejemplo, hace unos días lamentábamos los datos de la OCDE que mostraban la disminución de la ayuda oficial al desarrollo en España, situándose en 2013 sólo en el 0,16% de la RNB. Y también podríamos mencionar otras causas sociales que se han visto desplazadas, pese a no haber disminuido su necesidad de atención y acción. Pensemos el posible efecto a largo plazo de la diminución del trabajo de entidades que se dedicaban a la prevención, a la educación, a la participación social, a medio ambiente, etc., cuyo resultado no es inmediato.
También se observan diferencias en el impacto de la crisis según el perfil de las entidades. Las organizaciones más pequeñas, las más dependientes de subvenciones públicas y/o con fuentes de financiación menos diversificadas, han tenido más dificultades. Pero también influyen las capacidades de las organizaciones, tal como indicaba Ignasi Carreras, las ONG más emprendedoras e innovadoras, orientadas a resultados han sabido sobrellevar mejor esta situación y han sabido identificar mejor sus oportunidades en este entorno de cambio.
Pero, ¿y ahora qué? Una de las conclusiones a partir del estudio es que finaliza el ritmo de decrecimiento de ingresos globales de los últimos años, ya “se ha tocado fondo”. Y eso implica eliminar la incertidumbre con la que estaban trabajando las entidades. Pero también requiere seguir trabajando buscando la manera de optimizar los recursos disponibles consiguiendo el máximo impacto. Las entidades deben tener aún más claro su visión y objetivo final, para determinar la mejor manera de conseguirlos con eficacia y eficiencia, más importante aún en este contexto. Y trabajar de forma activa en la captación de recursos y en aprovechar potencialidades y capacidades, internas y externas, que contribuyan a las propias causas. El trabajo en red y en colaboración, con otras entidades y con otros sectores debe ganar peso, pero también un mayor acercamiento a la sociedad, de la que quizá el sector se había alejado demasiado en los últimos años. No se trata sólo de buscar socios financiadores, sino ir más allá y aprovechar la participación abierta para conseguir los objetivos que tenemos las entidades, pero también la sociedad.
Tenemos que resaltar la importancia y necesidad de contar con un Tercer Sector fuerte y activo. Es imprescindible el trabajo que hacen todas las entidades en nuestra sociedad, y debemos reforzarlo aún más en un entorno más complejo como el actual. Aunque actualmente vivamos en un clima de desconfianza generalizado, es cierto que precisamente las ONG son las instituciones que cuentan con mayor confianza por parte de la sociedad, aparte de la motivación y cohesión intrínseca del propio sector, con lo que estos son también recursos a potenciar y darles valor para responder mejor a las necesidades sociales que atienden las entidades.