Muchas veces tengo la sensación de que cada vez se habla más de los ODS en el entorno empresarial. Sin embargo, por el tipo de mensajes que oigo, me da la impresión de que pocas personas se han preocupado por acudir al texto original y a algunos de sus documentos de desarrollo posterior.
Ciertamente una de las virtudes de la Agenda 2030 es su nuevo talante comunicativo. Muchos somos capaces de reconocer un ODS por su número y color. Incluso, llegamos a recordar la ilustración que llevan dentro de cada “cajita cuadrada” donde van insertados los ODS. Casi todos sabemos que son 17 y que el último son las Alianzas, que hacen posibles los anteriores.
Por lo demás, nuestra mente funciona con la cultura de las palabras clave. Por ejemplo: los que estamos en el entorno académico vemos la palabra “educación” (ODS 4: Educación de calidad) y nos sentimos inmediatamente identificados. Otros, desde las empresas, ven el ODS 8 (Trabajo decente y crecimiento económico) y se ven reconocidos en él. Además, como la ilustración de dicho ODS es un gráfico que marca una tendencia en alza, cualquiera quisiera adherirse a su mensaje.
Como consecuencia, con dos ideas básicas -el nombre y su ilustración- la mayoría de los ODS ya han logrado muchos adeptos. Y sin ir mucho más allá podemos encontrar personas e instituciones que defiendan los ODS a capa y a espada, que digan que están plenamente comprometidos con ellos y los difundan públicamente, relacionándolos con sus actividades principales.
Llegados a este punto, vuelvo a preguntarme: Pero ¿quién se ha leído realmente los ODS?
Dado que no podemos entrar a analizar todo el texto, quisiera detenerme en solo una parte de la declaración, presente en su preámbulo, y que creo que da claves importantes acerca de cómo interpretar la Agenda 2030. Me refiero al apartado donde explica la orientación de los ODS hacia las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y las alianzas. Comentaré solamente algunos aspectos.
Cuando habla de las personas, pone en evidencia dos tipos de preocupaciones: una a nivel de mínimos y otra de máximos. La de mínimos (en cuanto que debería ser una línea roja para cualquier ser humano) es poner fin a la pobreza y el hambre. Y la de máximos (porque no deja de ser una especie de ideal) velar por el desarrollo del potencial de cada persona.
Lo mismo ocurre cuando hablamos de la paz: “propiciar sociedades pacíficas, justas e inclusivas que estén libres del temor y la violencia”. Este mensaje nos evoca la necesidad de acabar con las diferentes formas de violencia (lo cual debería ser irrenunciable), pero ciertamente crear una sociedad de paz, justicia e inclusión es un reto mucho más ambicioso y complejo. Es decir, de la no violencia a la paz existe un largo recorrido.
Por último, quisiera citar literalmente una frase expresada al referirse a las alianzas: “Los vínculos entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible y su carácter integrado son de crucial importancia para cumplir el propósito de la nueva Agenda.”
Creo que esta es la frase más importante de todo el documento y que explica las verdaderas condiciones de posibilidad de los ODS: Primero, que cada ODS es imposible sin el cumplimiento de los demás (no puede haber paz si hay desigualadas, hambre, etc.). Segundo, si no somos capaces de salir de nuestra zona de confort personal y comunitaria para entrar en nuevos ámbitos de colaboración e interés por los demás, difícilmente romperemos con la dinámica que nos ha llevado a los problemas que hoy afrontamos.
Con estas ideas sobre la mesa, creo que cualquier lector puede proponerse leer todo el texto y desarrollar una posición personal u organizacional bien fundamentada acerca de su relación con los ODS. ¿Quiero contribuir a los mínimos o a los máximos? ¿En qué? Y además de lo que ya estoy haciendo, ¿qué me falta para romper con la dinámica actual que nos ha traído más problemas que soluciones a los grandes retos del mundo?
¡Buena suerte!