Desde el año 2.003, las Naciones Unidas, organizan anualmente el 9 de diciembre campañas bajo el título de “Día Internacional de la Lucha contra la Corrupción”, con la finalidad de prevenir y combatir la corrupción, aplicando mecanismos que mitiguen los cuantiosos daños que produce y esto solo será posible en base a la transparencia, la rendición de cuentas, en los diferentes ámbitos: los gobiernos de todos niveles, el sector empresarial, los medios de comunicación, la sociedad civil y nosotros mismos, integrando los esfuerzos de todos ellos.
Cuando se iniciaba este siglo, esta lacra se consideraba como algo normal, como si fuera una forma de vida, por cierto muy lucrativa para algunos, donde la falta de ética convivía en muchos ambientes y sin que esto supusiera nada anormal. Afortunadamente, esta situación está cambiando y ya se piensa que estas actividades delictivas no se pueden permitir, lo mismo que señala un logotipo de esta campaña: CORRUPCIÓN, SÚMATE AL NO.
Ahora ya se están juzgando y condenando a políticos, funcionarios, empresarios, gerentes y un largo etcétera de personas indeseables, tanto en los países desarrollados, como en aquellos que no lo son y es que la corrupción proporciona serias dificultades al desarrollo económico, social y ambiental en todo el mundo. Según informa el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) cada año se gasta inútilmente un billón de dólares en sobornos y además se estima que se roban 2,6 billones de dólares anuales mediante la corrupción, cifra que equivale a más del 5% del Producto Interior Bruto Mundial y el mencionado PNUD añade que se calcula que en los países en desarrollo, debido a este “virus”, se pierden unos recursos diez veces mayor que los dedicados a la asistencia oficial para el desarrollo.
Pero no es sólo una cuestión del dinero que se sustrae de donde más se necesita, sino que debilita a los gobiernos y con ello se aumenta el problema de la delincuencia organizada y se aumentan los delitos propios de la trata de personas, el tráfico de armas, la migración y otros muchos.
Junto al PNUD está trabajando en esta misión, la UNODC, Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, y en un balance global, sitúan a la corrupción como el origen de la reducción de la prosperidad, impidiendo el desarrollo económico y social, poniendo en riesgo el estado de derecho y los recursos más valiosos, entre los que se podrían citar el talento y la misma libertad y en algunos casos, la corrupción pone en peligro los derechos económicos, sociales y medioambientales. Así se ven afectadas la sanidad, la educación, el acceso al agua potable y a la energía, las inversiones, el empleo y en definitiva la calidad de vida de las personas.
Todo esto forma parte de otra iniciativa de las Naciones Unidas y se integra en 17 Objetivos de la Agenda 2.030, que pretende transformar nuestro mundo para el horizonte de ese año. Son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que fueron aprobados por unanimidad y que figuran en la Resolución de las Naciones Unidas en su Asamblea General, de fecha 25 de septiembre de 2015. Uno de esos objetivos, el ODS 16, con el título de “Paz, justicia e instituciones solidas”, plantea específicamente, combatir la corrupción, el soborno, el robo y el fraude fiscal, entre otros y de paso, propone mejorar algunas instituciones, entre las que se encuentran el poder judicial y la policía, principalmente en los países menos desarrollados.
Es evidente que las Naciones Unidas están muy comprometidas con la lucha contra la corrupción, prueba de ello que además de lo descrito anteriormente, pusieron en marcha en 1999, los Diez Principios del Pacto Mundial, (el décimo se incorporó más tarde), que son de aplicación en empresas e instituciones de todo tipo. Precisamente el criterio número 10, es el que trata de cómo combatir la corrupción, en todas sus formas incluidas la extorsión y el soborno.
Entre todas estas preocupaciones está la del actual secretario General, António Guterres, que sigue la línea marcada por los anteriores secretarios generales y que ha remitido el pasado 6 de noviembre para su lectura en la apertura del 7º Periodo de Sesiones de la Conferencia de los Estados Partes de la Convención de las Naciones Unidas para la Corrupción, el siguiente mensaje: “aunque la corrupción puede golpear en cualquier lugar, he visto como golpea a los pobres, los débiles y los más vulnerables.”
Ante estas situaciones que no deberíamos soportar, se hace necesario que la tremenda dimensión de este problema sea asumido por todo tipo de organizaciones e incluso por nosotros mismos y, para ello, es imprescindible que se incorpore en todas nuestras actividades los principios éticos más elementales; sólo con la práctica las personas nos volveremos más éticas y responsables. Una formación basada en valores éticos es necesaria en los sistemas educativos, desde la enseñanza primaria hasta la universidad, donde los maestros y profesores, junto a las familias, tienen mucho que aportar para luchar contra la corrupción. Es de esperar que estemos dispuestos a trabajar por ello.