Escribo esta reflexión desde mi puesto de oficina. El aire acondicionado está a tope mientras afuera hace un calor asfixiante. Hoy tardé aproximadamente 45 minutos en llegar al trabajo en autobús; parece que Madrid ya es un atasco constante. Al bajar del bus, solo se oyen bocinas, y tengo que abrirme paso entre turistas con la piel quemada, parándose en cada rincón para hacerse selfies. Me escondo del sol y reflexiono sobre las ciudades, los espacios en los que convivimos y en lo que se están convirtiendo.
Sorprendentemente, al llegar al trabajo me siento tranquila y en casa. Encuentro un lugar silencioso donde puedo salir a la terraza cubierta por enredaderas de bambú, disfrutar del aire libre sin necesidad de consumir, y reconectar con la naturaleza en nuestro huerto urbano. ¡Y eso en pleno centro de Madrid!
El huerto es una manera de meditar y compartir tiempo con los compañeros. Nos permite tocar tierra en todos los sentidos y darnos cuenta de que, a pesar de los problemas diarios, la vida se abre camino en forma de frutos y flores. Al plantar y recolectar, tomamos conciencia del esfuerzo que supone obtener alimentos. Además, hay días especiales en que cocinamos juntos, degustamos ricas ensaladas y todo nos sabe mejor porque hemos estado presentes en todo el proceso.
En definitiva, estamos creando comunidad y promoviendo espacios sostenibles en nuestro entorno, ya sea en el ámbito laboral, en un parque o con nuestros propios vecinos. Vivimos en ciudades cada vez más hostiles, con pocos parques y sobrepoblación, y estos pequeños rincones de serenidad nos ayudarán a dejar un lugar mejor a las futuras generaciones.
Desconectémonos de nuestros dispositivos y volvamos a los orígenes. Traigamos verde a las ciudades, animemos a nuestros compañeros a seguir este ejemplo, ya sea con un huerto, compartiendo naturaleza en paseos, plantando árboles o consumiendo productos de temporada. ¡Construyamos entre todos un futuro verde!
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Medioambiente 2024