El término liderazgo, según Noriega (2008), puede abordarse desde dos perspectivas: como una cualidad personal del líder o como una función dentro de una organización, sistema, comunidad o sociedad; siendo la última perspectiva la que más se estudia, debido al interés utilitario que puede brindar mayor beneficio a la empresa.
La mayoría de los investigadores coinciden en que el liderazgo es un proceso de influencia que ocurre entre líder y seguidores (Lupano y Castro, 2008; Rozo y Abaunza, 2010). Según Lupano y Castro (2008) el liderazgo resulta indispensable para guiar las organizaciones y los recursos humanos hacia objetivos estratégicos; también es vital ya que da la posibilidad de contar con los mejores recursos, una buena planificación, control y supervisión, pero si no se tiene un líder apropiado es difícil que sobreviva la organización (Noriega, 2008).
Bass en 1985 enfatiza en la importancia de las relaciones emocionales de los subordinados a la persona líder. Aunque no se pueda generalizar, el estilo de liderazgo femenino tiende hacia el modelo transformacional, basado en la cooperación, el trabajo en equipo, confianza mutua, mayor flexibilidad y la resolución de problemas tanto empática como analíticamente. Cada vez son más las organizaciones que buscan en sus directivos, entre otras competencias, la empatía, el trabajo en equipo y la colaboración.
La incorporación de las mujeres a nivel de liderazgo organizacional se está produciendo de forma lenta y en muchas ocasiones en desigualdad de condiciones. Para integrarse y adaptarse al entorno, las mujeres se han adaptado al modelo de liderazgo tradicionalmente masculino o transaccional, representado por la competitividad, la autoridad jerárquica, mayor control y una resolución de conflictos de forma analítica sin tener en cuenta el esfuerzo emocional o personal.
Debido a la COVID-19, a lo largo este año y medio hemos podido ver cómo empresas y fundaciones españolas han tenido que adaptarse a toda la normativa laboral y especialmente al teletrabajo. Han sido meses inciertos, con cambios repentinos cuando el liderazgo transformacional pudo mostrar su importancia.
Permitirnos ser nosotras mismas es lo que nos ha ayudado a trabajar nuevos modelos de liderazgo más orientados a las personas, más flexibles, basados en la empatía, la solidaridad y el respeto mutuo que generan mejor clima laboral y ayuda a fidelizar a la plantilla.
En un mundo tan competitivo, es importante que las mujeres directivas construyan redes de intercambio de buenas prácticas, de soporte y empoderamiento mutuo. Es un deber ser promotoras del cambio organizacional, más equitativo y diverso.
El éxito de una organización está directamente relacionado con el éxito de las personas que ocupan sus puestos. Por eso es importante que desde el liderazgo femenino y se promuevan planes de carrera, programas de identificación y desarrollo del talento. También empoderar y visibilizar el talento femenino, especialmente en ocupaciones generalmente masculinizadas.
Una organización es más productiva y puede disfrutar de mejor clima laboral cuando el liderazgo es más empático, más igualitario y cuida la conciliación. Es una compensación emocional para todo el equipo, el motor vivo que hace funcionar la organización. Por eso en El Comité Español de ACNUR apostamos por el talento interno, con más de 70 % mujeres.
Las organizaciones son un actor clave para apoyar la defensa de los derechos humanos, siendo participe en los grandes cambios sociales que la humanidad vive ahora mismo. Las alianzas entre las empresas y las fundaciones son cada vez más fuertes y beneficiosas para trabajar con el objetivo de encontrar soluciones sostenibles y cumplir no solo con el ODS 5 sino con todos los ODS y construir una sociedad más justa y más amable con todo lo que nos rodea.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Mujer y Liderazgo, elaborado en colaboración con IESE Business School.