Hoy en día, el cuidado en el entorno familiar sigue siendo la preferencia ideal de las personas en situación de dependencia y/o vulnerabilidad. Teniendo en cuenta este aspecto, desde las diversas administraciones públicas y entidades relacionadas con los cuidados sociosanitarios se apuesta claramente por desarrollar la atención en el propio domicilio de la persona para proveer los cuidados especializados que precise y tratar de retrasar, de esta manera, la salida de su entorno habitual.
Esta apuesta por los cuidados en el entorno habitual de la persona implicará, necesariamente, la corresponsabilización y esfuerzo de los miembros del entorno afectivo con los que convive la persona receptora de los cuidados. Además, es de sobra conocido que gran parte de la responsabilidad de los cuidados -algunos estudios señalan hasta el 90% del tiempo de los mismos- recae en las mujeres de su familia siendo las proveedoras efectivas de los cuidados y apoyos que la persona precisa para desarrollar su proyecto de vida y, en ocasiones, con la ayuda de otras cuidadoras no profesionales contratadas específicamente para ello. Son ellas quienes supervisan, coordinan y gestionan los cuidados integrales de las personas a su cargo y, todo ello, sin dejar de encargarse de la organización de las tareas domésticas o de otras responsabilidades laborales o de cuidados del resto de miembros de la familia.
Es preciso tener en cuenta que esta responsabilidad tiene efectos negativos. Se han señalado, incluso, diversas afectaciones en su salud física y bienestar emocional y salud mental, en sus relaciones sociales, en su autocuidado, en su disponibilidad de tiempo libre, y en la capacidad de impulsar y priorizar proyectos vitales propios. La evidencia científica existente corroboraría el peor estado de salud entre las mujeres en cuestiones relacionados con el desempeño prolongado de los cuidados que proporcionan.
En cuanto a las necesidades, diversos estudios señalan la falta de preparación y formación específica para proveer los cuidados más básicos o enfrentarse a los diferentes aspectos relacionados con ellos, tanto a nivel psicológico como a nivel práctico. No obstante, a pesar de esta falta de habilidades y conocimientos, las cuidadoras son las principales responsables, en gran medida, de los cuidados físicos, adherencia a tratamientos, bienestar emocional y del mantenimiento de la dignidad de la persona a la que cuidan. En definitiva, de mantener y mejorar su calidad de vida en la medida de lo posible.
Todo ello justifica la necesidad de desarrollar diferentes iniciativas dirigidas a acompañar a las familias en esta tarea, a mitigar los efectos negativos de esta responsabilidad y a satisfacer las necesidades detectadas. El objetivo final es garantizar las mejores condiciones posibles para que las personas que lo necesiten puedan recibir un cuidado digno y de calidad, sin que ello implique una disminución en la calidad de vida y bienestar personal de sus cuidadoras. En Fundación Edad&Vida, gracias a la estrecha colaboración que tenemos con diferentes entidades, públicas y privadas, cuya labor está relacionada de algún modo con la satisfacción de necesidades sociosanitarias y provisión de apoyos a las personas en situación de dependencia apostamos por el desarrollo de este tipo de iniciativas formativas, apostamos por profesionalizar los cuidados. La calidad de nuestra sociedad también se debe basar en los servicios que se prestan a las personas en situación de vulnerabilidad. De esta forma, consideramos que el apoyo y el acompañamiento a los cuidadores debe ser una parte significativa de nuestros valores como sociedad.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Internacional de las Personas Cuidadora