Resulta evidente que estamos haciendo frente a un contexto de máxima incertidumbre que ha aflorado una serie de retos a los que debemos dar respuesta, como se ha puesto de manifiesto en la última conferencia sobre el clima, COP 27, celebrada en Sharm el Sheikh a la que asistió Miguel Setas en nombre del Consejo de Administración Ejecutivo de EDP. Retos cuyo objetivo final es contribuir a una sociedad más justa, resiliente, verde y sostenible.
En este sentido, alcanzar la neutralidad climática es uno de los principales desafíos y, sin duda, un camino de largo recorrido que -a diferencia de lo que nos gustaría- no es lineal. Y es que, aunque exista un punto de partida y uno de destino, hay muchos factores que plantean nuevos escenarios intermedios por los que hemos de transitar. Como pone de manifiesto el Informe ODS 2022 de la ONU, “las crisis en cascada e interrelacionadas están poniendo en grave peligro la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Se destaca la gravedad y la magnitud de los desafíos que tenemos por delante”.
Así se suman al importante objetivo de lograr la neutralidad climática otros retos globales que son esenciales para lograr una transición constante y sólida y que debemos gestionar.
Nos enfrentamos al reto global de una transición justa dentro del cambio de modelo energético y económico. La magnitud del desafío requiere de la colaboración de territorios, empresas y administraciones, para alinear sus estrategias y buscar compromisos conjuntos. Entender las necesidades socioeconómicas de los entornos donde se realizan los proyectos, dará necesariamente un mayor protagonismo a soluciones que permitan llevar a cabo, no solo el proyecto tecnológico, sino también conseguir un desarrollo local sostenible.
En un escenario fuertemente inversor, se presenta el desafío de lograr financiación para los nuevos modelos de negocio sostenibles. Hay un gran apetito entre los inversores, pero quieren estar seguros de la sostenibilidad de las inversiones y de su aceptación social. Un primer paso para ello ha sido el diseño de la Taxonomía Verde Europea, que ha servido como punto de partida para homogeneizar estándares y unificar ciertos criterios. Asimismo, es fundamental el compromiso de las compañías con proyectos firmes que se transmitan de forma clara y den confianza al mercado.
Inmersos en esta transición energética, el despliegue acelerado de tecnologías de energía limpia implica un aumento significativo de la demanda de materias primas que en muchos casos están localizadas o procesadas en países con problemas de gobernanza y de control ambiental. En este contexto de escasez y con una necesidad evidente de ser más independientes desde el punto de vista energético, el hidrógeno verde se convierte en una clara alternativa, con la ventaja adicional de que se puede desarrollar con materiales que se encuentran fácilmente y son reciclables.
No podemos olvidar tampoco el reto global de la continuidad de las cadenas de aprovisionamiento, que pueden comprometer de manera esencial la realización de las inversiones. Es necesario ajustar la flexibilidad de los procedimientos de compras en el nuevo contexto de volatilidad de los precios, escasez de materiales y disponibilidad de transporte, entre otros. El diálogo y la planificación se convierten en determinantes para que tanto clientes como proveedores puedan encontrar formas sostenibles de trabajar y compartir el riesgo existente.
Los cambios que la transición implica en la forma de producir y consumir la energía nos conducen al siguiente reto, relacionado con las redes de transporte y distribución.
La innovación y la digitalización serán claves para aprovechar al máximo los activos existentes que debe facilitarse, además, con un acceso sencillo a espacios de prueba de nuevas soluciones. Y para los nuevos activos, será preciso concienciar a los gestores políticos, en todos los niveles de la Administración, y también a la sociedad en general para que la tramitación no bloquee la ejecución de los proyectos aprobados democráticamente.
Por último, pero no por ello menos importante, el reto de las nuevas formas de trabajo junto con la igualdad de género. Caminamos hacia un perfil de trabajadores orientados a resultados, en entornos más flexibles que, sin dejar de lado sus expectativas salariales o profesionales, valoran la conciliación entre sus principales prioridades. Tenemos que concentrar nuestros esfuerzos en cerrar la brecha de género y especialmente en las disciplinas relacionadas con la transición energética. Para ello, es básico que continuemos trabajando para incrementar la visibilidad de las mujeres y poder así, generar referentes entre las niñas para los puestos de responsabilidad que les esperan.
Conscientes de que tenemos por delante un futuro lleno de desafíos, no podemos olvidar nuestro fin: contribuir a una sociedad más sostenible, verde, inclusiva, justa e igualitaria. Para logarlo será imprescindible hacer de la confianza, la flexibilidad, la planificación, el compromiso y el diálogo nuestros valores indispensables.
Soluciones a los retos globales a los que nos enfrentamos: más allá de la neutralidad climática
Alcanzar la neutralidad climática es uno de los principales desafíos y, sin duda, un camino de largo recorrido que -a diferencia de lo que nos gustaría- no es lineal.
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