La educación emprendedora es clave en el desarrollo de los jóvenes, además de fomentar la empleabilidad. El crecimiento económico y social debe tener en cuenta el emprendimiento como un factor fundamental en su mejora, poniendo el foco en las aulas e introduciendo esta materia en todas las etapas educativas.
Gracias a la educación emprendedora y financiera, los jóvenes aprenden competencias que resultan esenciales para el éxito personal y profesional en la vida adulta. Habilidades como la apreciación y la valoración del esfuerzo, la postergación de recompensas, la tolerancia o la honestidad. Se trata de las denominadas “Habilidades no cognitivas”, también conocidas como “Habilidades blandas”, científicamente relacionadas con el desarrollo emocional y social de las personas.
Según un estudio elaborado por un equipo de la Universidad de Murcia, que mide y evalúa el alcance de diez programas que imparte la Fundación Junior Achievement en centros educativos de toda España, los proyectos educativos de esta organización contribuyen al crecimiento de estas habilidades en los jóvenes. Los programas, basados en la metodología “aprender haciendo”, incrementan el capital cívico, que rechaza comportamientos contrarios al interés común, como la corrupción. Además, las “Habilidades no cognitivas”, son un determinante esencial de los resultados educativos y laborales, y por lo tanto del bienestar alcanzado en la vida adulta.
En lo que respecta al ámbito educativo, el estudio muestra también datos muy reveladores, como una mejora de hasta un 20% en el rendimiento académico y una disminución de un 30% en las ausencias injustificadas a clase. Resultados, que se definen de una manera mucho más clara cuando hablamos de programas concretos. Proyectos como Miniempresas, en donde nuestros alumnos aprenden a montar y gestionar una empresa real, incrementa en un 80% la perseverancia ante tareas que carecen de motivación, y en un 100% el capital cívico y los comportamientos acordes al interés colectivo. Otros, como “Habilidades para el éxito”, en el que los estudiantes trabajan en el desarrollo de habilidades y competencias para su futura inserción laboral, aumenta en un 107% la postergación de recompensas; mientras que “Las Ventajas de permanecer en el colegio”, cuyo fin es combatir el abandono escolar concienciando a los estudiantes de la importancia de la educación como instrumento de desarrollo personal y profesional, reduce en un 83% las ausencias injustificadas a clase.
Se trata, en todos casos, de datos muy positivos, pues la evidencia científica afirma que el desarrollo de las habilidades no cognitivas en los menores se traduce en un mayor bienestar laboral y global en la edad adulta. Un impacto real y efectivo que nos llena de satisfacción y que nos anima a seguir trabajando para conseguir nuestros objetivos.
Pero esta labor no sería posible sin la ayuda de los voluntarios que imparten nuestros programas. Profesionales procedentes del mundo empresarial que sirven de puente entre el campo académico y el laboral, compartiendo su experiencia con los alumnos y conectándoles con el mundo real. Gracias a su trabajo, los jóvenes descubren cuáles son las competencias que deben fomentar de cara a incorporarse al mercado laboral, despertando en ello inquietudes, desarrollando su creatividad, el pensamiento crítico o la capacidad de toma de decisiones.
Si bien el emprendimiento es pieza clave para el crecimiento económico, formar a los jóvenes en valores resulta esencial para la mejora de la sociedad. Ese es precisamente, uno de los objetivos fundamentales que persigue esta fundación, fomentar la empleabilidad y transformar actitudes a través de la educación financiera, la formación emprendedora y la orientación laboral.