En realidad, ¿qué es el efecto placebo? Hablamos de él creyendo que todo el mundo sabe lo que es pero no todos interpretan lo mismo. Para algunos, el efecto placebo es el estímulo psicológico que tiene una persona para afrontar un desequilibrio en la salud cuando le es administrado un fármaco o una terapia, aunque esa píldora, por ejemplo, sea absolutamente inocua y neutra. Para otros, el efecto placebo es la capacidad de autosanación del organismo del paciente tratado, a partir de que inicia una terapia concreta, sea con un placebo o con un fármaco convencional o con una técnica de autosanación. Porque, en realidad, el efecto placebo se da incluso en aquellas personas que toman fármacos alopáticos, hasta tal punto que su curación no ha dependido de la eficacia de la terapia administrada (sea cual sea esa terapia, alopática, homeopática, ayurvédica, naturista…). Según el doctor y biólogo celular Bruce H. Lipton, muy conocido por sus estudios y libros acerca de las conexiones entre lo material y lo espiritual, uno de cada tres pacientes tratados por la medicina “oficial” en el mundo se cura no gracias al tratamiento en sí, sino gracias a la capacidad de respuesta del propio organismo. Ni los genes, ni los fármacos… controlan nuestras vidas. Todo está interrelacionado en nuestro organismo, lo espiritual, lo emocional y lo biológico.
El trabajo de los neurólogos de la Universidad de Michigan, publicado por la revista Neuron, muestra cómo, según Eduardo Martínez, “los voluntarios que creían haber recibido un analgésico presentaron una actividad particular al nivel de una zona del cerebro llamada núcleo accumbens, acompañada de secreción de dopamina, un neurotransmisor utilizado en las conductas de recompensa. Esta estimulación se produjo incluso en los voluntarios que creían haber tomado un analgésico antes de que el dolor apareciera. El núcleo accumbens es una pequeña región en el centro del cerebro vinculada a la habilidad de experimentar placer y recompensa e incluso de hacerse adicto a las sensaciones causadas por ciertas drogas”.
Entre las conclusiones, destacamos: “Los participantes receptivos al placebo tuvieron significativamente más actividad con dopamina en el área izquierda de su núcleo accumbens que los otros voluntarios, un proceso que empezó cuando se les anunció que el analgésico iba a empezar a fluir en sus mandíbulas: estos individuos anticiparon que el analgésico les proporcionó alivio del dolor incluso antes de recibirlo. Asimismo, de las siete personas que creían no experimentar el efecto placebo, cuatro informaron padecer incluso más dolor cuando el supuesto analgésico era suministrado, un fenómeno conocido como ‘nocebo’ y que ha sido observado en otras situaciones, como por ejemplo sentirse mal junto a una antena de telefonía móvil que todavía no ha comenzado a funcionar”.
Bien, el efecto placebo ya es una realidad científica. Han sido constatadas sus virtudes tanto a un nivel psicológico como en los cambios producidos en el aspecto biológico. Pero, verdaderamente, el efecto placebo va más allá de cuando ha empezado la enfermedad. También tiene un aspecto preventivo. Por ejemplo, una persona va al gimnasio cada día, tiene una dieta prudente, ni fuma ni bebe alcohol, tiene una actividad social compasiva… y piensa que todo esto mejora su salud: evidentemente, además de por razones físicas, su salud tendrá menos riesgos de desequilibrio que en otros casos por el efecto placebo, ya que él cree firmemente que está haciendo lo correcto. Obviamente, el efecto placebo no hace a su usuario completamente inmune a las bacterias, los virus, los tumores… Efectivamente, cada persona es un mundo, cada placebo puede llegar a ser muy distinto, pero, por otro lado, también es obvio que el porcentaje de riesgo será menor. Desde hace unos pocos años, algo tan complejo de medir está empezado a ser investigado por los científicos noéticos y pronto los resultados satisfactorios sorprenderán al mundo.
Lo que a nosotros nos interesa más, de todas formas, no es que la ciencia demuestre que hay cambios biológicos mediante el efecto placebo o las actitudes de compasión, puesto que cualquiera que esté familiarizado con diversas vías espirituales tradicionales lo sabe desde hace mucho tiempo. Lo que más nos fascina, realmente, es constatar que el efecto placebo puede generar un sinfín de bienes, desde el punto de vista sanitario, a la Humanidad, si es que cada humano es capaz de empezar a actuar antes de que se dé una determinada patología; es decir, con un efecto preventivo. Para prevenir desequilibrios de salud lo mejor es tener un sistema inmunitario fuerte, una vida relajada y pacífica, una dieta sana, realizar actividad física, no exponerse a sustancias químicas, huir de cualquier tensión negativa, etc. Pero todo eso no basta. Hace falta algo más. Y ahí es cuando entra en juego la oxitocina. Necesitamos vidas con oxitocina para que sean plenas, dichosas, satisfactorias.
La oxitocina es la hormona del amor. Los estudios muestran que, a más oxitocina, más plenitud, y, cuanta más plenitud, más invulnerabilidad del sistema inmunológico. Por lo tanto, debemos tener vidas que, a sabiendas, sean capaces de generar oxitocina de forma natural. Se dice que fomenta la unión entre las personas, la creación de lazos amorosos, de amistad, familiares. Por otro lado, está presente e influye en momentos tan importantes de nuestra vida como el proceso de enamoramiento, el acto sexual y la llegada al orgasmo, el parto, la lactancia materna… Y sabemos que a más amistades, más felicidad, una sexualidad más sana, más familia… mejor salud física y mental. Y, sabiendo que podemos generar oxitocina, el efecto placebo nos hace creer más sanos y somos capaces de conseguirlo… en un mundo verdaderamente enfermo.
Por todo lo dicho, insisto, no es que todo el mundo pueda autosanarse sólo con el efecto placebo. Pero la verdad es que las fuerzas que el organismo puede llegar a utilizar y liberar (incluso a pesar de uno mismo, a veces) para autocurarse han sido muy despreciadas por la medicina “oficial”, al menos hasta hace poco. Los científicos noéticos están encargándose de descifrar una información que, durante mucho tiempo, ha estado velada para una enorme parte de la población. Esa información, que ya conocían los antiguos místicos, es una información que, bien utilizada, puede llevar al hombre muy lejos en el campo de la autogestión de la salud.