La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es un fenómeno en constante evolución que ha ido abarcando nuevas connotaciones desde su nacimiento, allá por los años 90 del siglo XX, hasta nuestros días. Tanto es así que hoy términos como filantropía o solidaridad han dejado de tener sentido de manera aislada; la responsabilidad es ya un factor estratégico de las compañías y de hecho se adentra en los terrenos de sus operaciones de negocio.
En el corazón de ese cambio está una manera distinta de entender el propio propósito de las empresas: la creación de valor se ha impuesto junto a una visión de la integración de la RSE en las compañías responsables de una manera transversal e integral, en todas sus áreas y en cada una de sus actividades. Nace en el interior de la empresa e impregna su estructura, su manera de trabajar y, consecuentemente, sus resultados y éxito como compañía.
Esto quiere decir que ya no basta con operar de forma responsable, hay que serlo. Y que esta responsabilidad va más allá de la estrategia o de los mandos directivos de la compañía. Para que una empresa sea responsable deben serlo también sus empleados, sus proveedores, sus clientes y sus otros grupos de interés.
Porque convertirse en un compañero de viaje y generar valor compartido con nuestros grupos de interés implica una escucha y un diálogo fluido y, sobre todo, compartir objetivos en materia de acción medioambiental, transparencia en las relaciones comerciales, conciliación de la vida laboral y familiar, integración laboral de personas con discapacidad, gestión de la inclusión y la diversidad, etc.
En Lilly estamos convencidos de que nuestro impacto en la sociedad tiene que venir de la integración del concepto de valor compartido en todas estas áreas y así se pone de manifiesto en nuestra manera de operar desde hace años. Tradicionalmente hemos sido una compañía con importantes iniciativas filantrópicas, pero en la actualidad vamos mucho más allá: nuestra naturaleza como compañía dedicada a la salud es clara: mejorar la vida de la personas a través de nuestro conocimiento y de la innovación, pero también a través de la forma de hacerlo y del camino compartido.
En el caso de una compañía como la nuestra, esta visión implica directamente al fomento y desarrollo de la investigación, a una relación honesta con los profesionales sanitarios, a las iniciativas para entender mejor a los pacientes, a la reducción de la huella ambiental y, desde luego, a las actividades sociales que organizamos en la comunidad.
Sin embargo, ese camino compartido se demuestra andando, poniendo en práctica proyectos innovadores que contribuyan al progreso social, y en Lilly España trabajamos desde años para hacerlo posible.
Un ejemplo es nuestro proyecto Emprende inHealth, una muestra de lo enriquecedor que puede ser aplicar la filosofía de la creación de valor en el corazón de una empresa. Se trata de un programa desarrollado junto a UnLtd Spain de impulso a proyectos de emprendimiento de impacto social en España que tienen por objetivo mejorar la salud, el bienestar y la calidad de vida de los pacientes.
El proyecto se centra en seis emprendedores con ideas innovadoras a las que se dota con formación, asesoramiento, mentoring y networking por parte de empleados voluntarios de Lilly, elegidos por sus conocimientos y experiencia, durante un periodo de diez meses. Los emprendedores, además, reciben un capital semilla de 5.000 euros cada uno para dar impulso a sus ideas.
Creemos que Emprende inHealth integra todos los elementos de esta visión de la RSE como un “valor compartido” entre Lilly y estas compañías en crecimiento: durante el proceso de creación de su empresa, estos emprendedores se apoyan en el conocimiento y la experiencia de los profesionales de Lilly; al tiempo, nuestros empleados tienen la oportunidad de conocer los nuevos modelos de negocio asociados a la innovación a través del contacto con personas creativas, con diferentes visiones y recursos, contribuyendo positivamente a su capacidad de encontrar mayores y mejores soluciones para la salud de las personas.
En resumen, una experiencia única que genera un aprendizaje mutuo y enriquecedor, un caso de “valor compartido” por ambas partes y una evidencia de que el progreso social tiene que abordarse desde la colaboración.
*Contenido publicado originalmente en la Revista Corresponsables 50