Ciertamente, hay actividades en la historia de la Humanidad que son emprendimientos sociales, pero el concepto como tal se ubicaba dentro del ámbito de la caridad o de la filantropía, desde la creencia de la superioridad, ya sea de raza, religión o nivel económico, por mencionar algunos.
Recientemente, las personas que trabajamos en actividades que buscan generar el bien común hemos replanteado conceptos que sólo formaban parte del lenguaje empresarial y como parte de lo que conocemos como el sistema capitalista. Conceptos como riqueza, pobreza, equidad, igualdad, capital, sustentabilidad, responsabilidad, desarrollo, competencia, utilidad, mercado, están siendo reconstruidos desde una perspectiva más incluyente y amplia, no por gusto, sino por necesidad, en muchos casos, para sobrevivir.
Por ejemplo, ¿puede decirse que una empresa que practica la RSC es un emprendimiento social? No. Una empresa que practica la RSC se preocupa por el impacto que su actividad tiene en la sociedad y actúa acorde a esa preocupación, pero su objetivo sigue siendo predominantemente económico, no social. Pero están buscando el camino para sobrevivir en la jungla del libre mercado.
Tampoco debemos confundir el emprendimiento social con otros conceptos o actividades realizadas por organizaciones sociales, como la provisión de servicios sociales o asistenciales. El emprendimiento social tiene similitudes con estos conceptos y actividades, pero no van al fondo de los problemas, sólo atienden los síntomas, lo cual es indiscutiblemente necesario también, pero rara vez buscan incidir para lograr un cambio sistémico. Si consideramos que en
todo proceso social las comunidades van elaborando su historia en base a los aprendizajes generados desde los éxitos y desde los fracasos, es justo desde estos aprendizajes que surge el concepto de emprendimiento social, como una actividad con características específicas.
Todo emprendimiento social incluye por lo menos tres elementos claves: a) un objetivo social, b) una innovación transformadora para el cambio sistémico, y c) un modelo para la sustentabilidad del emprendimiento mismo.
El emprendimiento social suele generarse, y tener éxito, en los sectores poblacionales de la economía donde el mercado ha fallado y/o la acción del Estado es inexistente o ineficaz. Un emprendimiento social, cuando resulta exitoso, no sólo transforma las vidas de las personas beneficiarias, sino que también provoca cambios en las formas de abordar un problema en particular y, por tanto, los usos y costumbres de toda la comunidad en la que se genera inicialmente: genera un cambio en el sistema.
Trabajar desde una perspectiva de co-construcción, de co-laboración, nos permite a todas las personas ser mucho más creativas, nos permite sabernos y reconocernos como Humanidad en proceso de co-creación. Nos permite transformar escenarios y soñar con utopías realistas, y nos permite unir las diferentes partes del mismo rompecabezas superando barreras que, porque nosotros las creamos, podemos destruir.
Ciertamente, al momento de estar trabajando en algún ámbito en el que se está afectando la forma en que funciona tal o cual sistema, se generan inconformidades, molestias y hasta conflictos graves. Por ello me atrevería a decir que las y los emprendedores sociales, en todo el mundo, somos considerados como impertinentes y tercos.