Entendemos o deseamos que se vea al voluntario como la materialización de la participación ciudadana para contribuir al desarrollo integral de la sociedad, entregando para ello algo muy valioso a los demás: su tiempo. Por ello, cuando hablamos de voluntariado se nos viene a la cabeza el acto generoso de regalar nuestro tiempo a los demás sin esperar nada a cambio.
No quiero ni sé teorizar sobre qué significa ser voluntario. No podría hacerlo de ningún modo porque hablar de voluntariado siendo voluntario es hablar de algo que va más allá. Es hablar de una experiencia personal muy concreta que, en mi caso, forma parte de mi vida desde hace muchos años. Y, si bien el voluntariado proporciona beneficios sustanciales a la sociedad, es importante entender que también proporciona beneficios significativos a los propios voluntarios. Y de esto quiero hablar.
Hoy hace ya 12 años que comencé mi camino como voluntario recorriendo las calles de Madrid para dar desayunos a personas en riesgo de exclusión. Esta actividad, que se resume en una frase, fue, sin embargo, una gran historia en mi vida. Y digo que fue mucho más porque mi comienzo como voluntario no tuvo, quizá, el origen más noble. Por razones obvias, no estaba a la búsqueda de un premio o reconocimiento monetario, pero siempre había tenido interés en trabajar en una organización no gubernamental y concebía el voluntariado como un primer paso hacia ello. Me hice voluntario porque el optimista que hay en mí, quizás el ignorante, veía en ello un medio para un fin.
Ya no debería sorprenderme, pero los comienzos siempre marcan y aún pienso en lo que significó para mí pasar una mañana a la semana conversando con las personas que normalmente no somos capaces de ver cuando paseamos por la calle. Cada uno de los días que pasé con ellos, entendí que no estaba entregando mi tiempo. Yo, como voluntario, estaba compartiendo mi tiempo. Entender esta diferencia es lo que motivó mi futuro como voluntario. Cuando entregas algo parece que lo dejas en poder de alguien o bajo su responsabilidad. Cuando lo compartes, disfrutáis conjuntamente de ello. Y así lo sentí. El voluntariado pasó a ser un fin en sí mismo.
Compartía mi tiempo con Julio, con Carmen, con Yure, con personas con un pasado y una vida más allá del presente que veía en ese momento. Compartía mi tiempo como ellas compartían el suyo conmigo y recibí a cambio mucho más de lo que di.
Los pasos que he dado desde entonces han sido puntos de apoyo para poder colaborar con mayor confianza en actividades de voluntariado. Ya sea dando clases de castellano a personas migrantes, colaborando con asociaciones vecinales en bancos de alimentos, como acercando las nuevas tecnologías de información y comunicación a personas mayores. Todas las actividades, con la empatía como motor principal, han sido formas de acercarme a otros cuando lo necesitaban y trabajar codo con codo con ellos hacia un objetivo común.
Cuando te ofreces como voluntario, estás creando conexiones. Estás conectado con la comunidad. Estás conectando tanto con el problema como con la solución. Estás conectado a un proceso en el que crees, y es a través de tus acciones y participación como estás beneficiando a los demás. Y es a través de tus acciones y participación como también te beneficias a ti mismo.
Como he dicho al comienzo del artículo, cuando hablamos de voluntariado se nos viene a la cabeza el acto de dar nuestro tiempo a los demás sin esperar nada a cambio. Sin embargo, el voluntario comparte su tiempo con los demás descubriendo que a cambio recibirá mucho más de lo que ninguno pudimos imaginar y que juntos, como decimos en Envera, somos más fuertes.
Por eso ser voluntario de manera particular o a través de una acción de RSC empresarial te traslada a otros mundos y a otras realidades, proporciona conocimiento y reflexión. Nos hace pensar de un modo distinto a como lo hacemos en nuestro día a día; nos dota de nuevas perspectivas y habilidades, generando empatía y comprensión, o nos hace rebelarnos frente a situaciones que merecen ser explicadas. Es un aprendizaje y las lecciones que se extraen no se pueden aprender en ningún otro lado. Lecciones para la vida, para tu profesión, para la empresa… Y esto que yo vi en mí, lo veo cada día en los muchos voluntarios que particularmente o a través de sus organizaciones vienen a Envera a compartir su tiempo y, sin duda, a mejorar.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Internacional de los Voluntarios