En la Unión Europea nos encontramos, en pleno año 2022, afrontando uno de los cambios más relevantes de nuestra historia con la apuesta firme y decidida por la sostenibilidad y la circularidad, reflejada en tres pilares clave: importantes paquetes de ayudas para la transformación verde, como los fondos Next Generation; objetivos ambientales tan ambiciosos como necesarios , como la neutralidad climática en 2050; y pujantes marcos legislativos medioambientales y sociales, como la Directiva debida diligencia.
Más allá de las consecuencias geopolíticas del conflicto entre Ucrania y Rusia, esta contienda ha puesto en el foco el reto energético que tiene Europa para garantizar su viabilidad sostenible en el corto, medio y largo plazo. Tenemos mucho trabajo y muchos retos por delante, y sólo se logrará con una plena colaboración entre las administraciones públicas y las empresas.
Ser sostenible, desde el punto de vista empresarial, plantea importantes retos en la reducción de costes y mejora en los procedimientos, pero no tenemos ninguna duda de que es altamente necesario.
En Erum, empresa de capital español con más de 80 años y una fuerte presencia internacional, creemos que la sostenibilidad es un elemento de competitividad y de mejora del desempeño empresarial. Desde hace más de 20 años venimos realizando numerosas acciones en esta línea, como la apuesta por el ecodiseño, la optimización del consumo energético, el fortalecimiento de la inyección de materia prima 100% reciclada o el desarrollo de flujos de recirculación de perchas a través de nuestro modelo RTS (Return to Source), entre otras. Estos desarrollos nos han servido para entender hacia dónde debe ir una empresa competitiva a la par que sostenible. Y nuestro éxito lo avala.
Convirtiendo la necesidad en virtud
Volviendo al foco de la Unión Europea, hablemos de cómo convertir la necesidad en una virtud, cosa que no es nada sencilla y tiene un recorrido complejo.
El nuevo plan de la Unión Europea para lograr ser más sostenible (el denominado Pacto Verde Europeo) nace de la propia necesidad, puesto que conviene tener en cuenta dos datos muy relevadores que nos ponen en contexto: la UE importa más del 57% de la energía que consume y más del 50% las materias primas que utiliza.
Es una obviedad que no somos una región rica en recursos energéticos y en determinadas materias primas, pero, como ante la necesidad hay que buscar la virtud, aquí es donde vemos el pleno encaje de toda la apuesta de la UE por las energías renovables para reducir su dependencia energética exterior (aún queda mucho potencial de renovables en Europa por explotar) y el máximo aprovechamiento de los recursos, en una economía orientada al residuo cero y al máximo reciclaje y reutilización de todos los productos.
El cambio que se está produciendo en la Unión Europea va a tener que verse reflejado en otras regiones del mundo gracias al efecto arrastre y a los estándares más elevados y exigentes marcados por las empresas europeas a lo largo de su cadena de valor en terceros países. En este ámbito, la Directiva de Debida Diligencia en cadenas de suministro debería implicar un efecto de mejora y evolución en las prácticas ambientales y sociales de empresas de todo el mundo.
Estamos al inicio de un camino en el cual ya vamos con retraso: generar desarrollo socioeconómico en un contexto de respeto al medio ambiente e inclusión social. Convertir la necesidad en virtud nunca fue tan necesario como lo es ahora, y sólo podremos lograrlo con el esfuerzo de todos los agentes involucrados, administraciones públicas, empresas, tercer sector, ámbito académico y, por supuesto, la sociedad, que tendrá que comprometerse y asumir hábitos de consumo más sostenibles y responsables.
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