“Medir el impacto social” se ha convertido en un mantra que se repite con insistencia en los foros del tercer sector y más allá. El foco que se ha puesto sobre este concepto es como una ola que… ¿romperá y se disolverá después de haberla surfeado con mejor o peor suerte? O, por el contrario ¿nos catapultará a un estadio superior de consecución de resultados auténticamente transformadores? Un grupo de profesionales y entidades hemos apostado por trabajar de manera conjunta para que el segundo escenario se haga realidad; hemos creado la asociación ESIMPACT cuyo fin es difundir y generar, de manera colaborativa, conocimiento sobre la medición y gestión del impacto social tanto en la esfera pública como privada. Queremos fomentar el diálogo sobre la importancia de medir, gestionar y maximizar el valor social a nivel nacional e internacional en las empresas, administraciones públicas, universidades, centros de investigación y, de forma prioritaria, en el tercer sector.
La medición del impacto social no es un concepto nuevo. Tradicionalmente, se ha visto relegada su aplicación por la dificultad técnica de su despliegue, por la desproporción entre los recursos que requiere frente a los resultados que se esperan, por el tiempo que se precisa entre la finalización de un programa o proyecto y la evidencia de su impacto, y, sobre todo, por la falta de sensibilización entre los de los actores que actúan en el desarrollo social sobre la necesidad de evolucionar del enfoque de medición de actividades y resultados a la medición y gestión por impacto social. Para comprender este renovado interés por la medición del impacto social, y aprovecharlo para su incorporación estratégica como un enfoque imprescindible en toda iniciativa, sea pública o privada, con o sin ánimo de lucro, es preciso indagar en sus causas. Los ámbitos de la inversión filantrópica y de la economía social y alternativa han sido los que más proactividad e interés han mostrado por intentar aplicar la medición del impacto social. En general, se ha producido una confluencia de factores endógenos y exógenos que han dado lugar a este proceso.
La gestión en el tercer sector se ha profesionalizado tanto en España como a nivel internacional. Es más, principios y valores propios del sector social no lucrativo han sido importados por algunas de las técnicas más vanguardistas de la gestión empresarial. Por el contrario, algunas dinámicas de trabajo del tercer sector han caído en una deriva burocrática que las ha alejado de su esencia épica y humanista. Tras años de una ardua lucha por la defensa de diversas causas y derechos, algunas de estas entidades han comenzado a cuestionarse el auténtico valor transformacional de esta ingente y compleja tarea. Las personas que apoyan económicamente estas iniciativas también dan muestras de cansancio al no ver cambios sustanciales y sostenibles. La aparición de nuevos movimientos sociales que han conectado con un amplio espectro de la sociedad civil es otro signo de distanciamiento respecto al papel y a la aportación desde algunos ámbitos del tercer sector. La medición del impacto social surge en este escenario como una oportunidad para que estas entidades comiencen a gestionar y capitalizar su conocimiento y larga experiencia, convirtiéndolo en un pilar esencial de la gestión y maximización del valor social derivado de su actividad. La gestión por impacto es también un enfoque propicio para replantearse el propósito último y el papel de la organización, ajustarlo con realismo a sus capacidades y recursos, y formular un relato que comprometa a la entidad con cambios concretos y alcanzables.
También hay procesos externos que contribuyen a la relevancia de la medición del impacto social. Algunas fuentes de financiación del tercer sector están incorporando entre sus requisitos la obtención de información ex ante y ex post sobre el impacto social de las iniciativas que apoyan. La demanda de una mayor transparencia y una más completa rendición de cuentas empujan en la misma dirección. El marco global para el desarrollo sostenible que emana de la Agenda 2030 se constituye en un hito que junto con el creciente desarrollo del mercado financiero para las inversiones de impacto también requieren de la métrica y la metodología propias de la medición de impacto.
Estos y otros factores explican el porqué del creciente interés y despliegue de la medición del impacto social. Para que esta ola no sea pasajera sino que nos impulse a un escenario mejor de manera sostenible, es deseable consolidar institucional y estratégicamente así como llenar de nuevas experiencias, capacitación y determinación la apuesta por una gestión enfocada desde su impacto social. Construir una respuesta sólida al cómo y para qué de la medición y gestión por impacto es otro factor determinante para contribuir a este esperanzador escenario. Y ésta es la razón de ser y el compromiso que adquiere ESIMPACT como foro abierto para contribuir a la promoción y concienciación de la medición y gestión del impacto social.