Si tuviéramos que elegir una enfermedad en la que la humanización es un pilar fundamental en su atención sanitaria, esta es sin ninguna duda el Alzheimer. Una enfermedad con una dureza emocional que requiere del apoyo permanente del equipo de asistencia al paciente y al cuidador. Los farmacéuticos, como profesionales sanitarios expertos en el medicamento, tenemos por tanto una misión fundamental, desde los distintos ámbitos en los que prestamos esta asistencia, tanto en los hospitales, en la atención primaria y en la red de farmacias, con una cercanía diaria a sus necesidades, que en muchas ocasiones trascienden de lo sanitario.
El papel del farmacéutico como agente de salud tiene el múltiple cometido de participar activamente tanto en la detección precoz como en el proceso terapéutico del paciente y también en la atención que los cuidadores precisan. Este último aspecto es especialmente relevante por el elevado grado de dependencia que tienen los enfermos de Alzheimer. Al desgaste físico se suele sumar otro desgaste aún más demoledor: el emocional.
La proximidad y accesibilidad del farmacéutico comunitario lo convierte sin duda en un aliado esencial para ellos en su día a día. Porque además de la dispensación de los medicamentos, que obviamente es fundamental, es necesario acompañar a la persona y a los familiares, aconsejándoles con conocimientos técnicos sobre la enfermedad, cuidados de la alimentación, medidas de aseo y seguridad o habilidades comunicativas.
Conscientes de la importancia de la red de más de 22.000 farmacias en la asistencia a estos pacientes y sus cuidadores son muchas las campañas sanitarias e iniciativas desarrolladas por los Colegios de Farmacéuticos y el Consejo General, con el fin de prestar apoyo a los más de 55.000 farmacéuticos comunitarios. Cabe destacar entre ellas el programa EnMente, con más de 300 pacientes y 456 cuidadores. Una iniciativa en la que, además, medimos el impacto del trabajo que desarrolla el farmacéutico en la prestación de servicios, y en el que el 80% de los cuidadores consideraron que la intervención del farmacéutico le había ayudado mucho o bastante con el tratamiento y con los cuidados de la persona a su cargo.
Y es que desde la farmacia se pueden ofrecer al cuidador servicios con los que contribuir a la adecuada adherencia a los tratamientos, con sistemas personalizados de dosificación (SPD), o de seguimiento farmacoterapéutico, detectando en su caso problemas relacionados con la medicación o resultados negativos de la misma, poniéndolos en conocimiento del médico.
Los farmacéuticos estamos innovando y mejorando día a día, porque queremos ser los profesionales sanitarios que demanda la sociedad del siglo XXI, respondiendo a los intereses de la sociedad y a los nuevos retos sanitarios. Una Farmacia más asistencial, más social y más digital. Una Farmacia eficaz y cercana para el conjunto de la sociedad, implicada en la mejora de la salud de la población que, en coordinación con el resto de estructuras del sistema, está avanzando en la mejora social y sanitaria.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Alzheimer.