A medida que aumentan los impactos del cambio climático y crece la población mundial, se hace cada vez más urgente la necesidad de unir esfuerzos para luchar contra esta tendencia y conservar nuestro recurso más preciado. Esto es especialmente crítico dado que la salud pública y la prosperidad, los sistemas alimentarios y energéticos, la productividad económica y la integridad ambiental dependen del buen funcionamiento y la gestión equitativa del ciclo del agua.
Aproximadamente 630.000 kilómetros cuadrados (tanto como la superficie de Italia y Polonia) en Europa se vieron afectados por la sequía el año pasado, casi cuatro veces la media entre 2000 y 2022. Fue la peor sequía en ese continente desde hace 500 años. Cerca de 170 millones de personas podrían sufrir sequías extremas si las temperaturas globales aumentan tres grados por encima de los niveles preindustriales, 50 millones más de lo esperado si el calentamiento se limita a 1,5 grados.
Las perspectivas empeoran aún más si tenemos en cuenta que con el cambio climático los periodos secos serán cada vez más largos e intensos. El Centro de Estudios Hidrográficos del CEDEX (2017) estima que los recursos hídricos disponibles en las diferentes cuencas hidrográficas se reducirán entre un 3% y un 7% de aquí a 2040 y un estudio de WWF (Water Risk Filter) traslada una imagen de la Europa de 2050 donde el 17% de la población europea corre un alto riesgo de escasez hídrica. España, junto con Grecia, serán uno de los países que tendrán el mayor riesgo de sufrir estrés hídrico. Sevilla, Granada, Córdoba y Murcia sufrirán el mayor riesgo de escasez de Europa.
La sobreexplotación de acuíferos, el crecimiento insostenible del regadío, el abandono de tierra y la degradación del suelo son la cara oculta de las sequías y la desertificación.
La ausencia de lluvia es algo evidente y preocupante. Sin embargo, la sequía no solo se produce por el cambio climático y la falta de precipitación y altas temperaturas que trae consigo. En España, el 80% del agua se destina al riego de cultivos. Por ejemplificarlo en volumen: se estima que los cultivos de regadío consumen 100 veces más agua de lo que necesitan los 3 millones de habitantes de Madrid en un año.
A pesar de que un 75% de nuestro territorio está en peligro de sufrir desertificación, España ha apostado por un modelo de gestión del agua que prioriza los grandes consumos agrícolas. Además, en aquellas zonas donde no existe agua disponible en ríos y embalses, se hace uso del agua subterránea, poniendo en peligro las reservas de agua del futuro. Como consecuencia, el 25% de los acuíferos están gravemente sobreexplotados. Todo ello hace que España sea el país con mayor sobreexplotación de agua de Europa.
Además de la mayor escasez de agua, los incendios forestales están arrasando cientos de miles de hectáreas cada año en nuestro país. Estamos antes suelos degradados y esta erosión deja 9 millones de hectáreas ya catalogadas como zonas con un riesgo alto o muy alto de desertificación, principalmente en el tercio sur y los dos archipiélagos.
Por todo ello, en mi opinión debiéramos avanzar en la mejora del sistema de indicadores de sequía de los actuales Planes Especiales de Sequía para que nos permitan prever las sequías excepcionales con suficiente antelación, diagnosticar sus consecuencias y realizar un seguimiento adecuado de estos eventos extremos.
Deberíamos adaptar las demandas a los recursos hídricos realmente disponibles. Esta gestión estratégica debe limitar y reducir las demandas para reducir la exposición al riesgo de la población y los sectores productivo ante un periodo de sequía.
Utilizar fuentes alternativas de recursos hídricos en períodos críticos de sequía. La capacidad de desalación de agua marina es una alternativa viable cuando los recursos hídricos convencionales son escasos o no están disponibles. Otra fuente alternativa es la reutilización de las aguas depuradas, de modo que se reduzca la presión sobre las cuencas y la necesidad de regular las aguas.
Apoyar la cultura del ahorro del agua en España. La sociedad tiene que dar un giro a su relación con el agua, promoviendo un uso más sostenible de los recursos hídricos, especialmente por parte de los sectores productivos que más consumen (en España mayoritariamente los usos agrícolas).
Finalmente se debería integrar los objetivos, medidas y recomendaciones de la Estrategia de Lucha contra la Desertificación en España en otros planes relevantes para abordar este problema.
La sequia es un problema de todos/as que nos incumbe y preocupa a todos/as.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Agua 2024.