El papel de la mujer en el Tercer Sector tiene dos caras, una positiva y otra negativa que ensombrece bastante la primera. El lado positivo es que la presencia de mujeres predomina mayormente en el sector sostenible, según el último análisis de Fundación Lealtad, tanto en puestos de líderes (53%), empleadas (76%) como en voluntariado (66%), a diferencia de otros ámbitos del tejido empresarial.
Sin embargo, no es un síntoma que se pueda achacar a la inclusión de género, sino a los prejuicios que invaden hoy en día la sociedad y nos alejan de la igualdad. El Tercer Sector se caracteriza por atender, cuidar y ayudar a colectivos vulnerables, características que se asocian a los puestos de trabajo que suelen ocupar las mujeres según los estándares de género ligados al patriarcado.
Lo que significa que la igualdad de género en este ámbito no es del todo real, porque aunque es cierto que las mujeres no encuentran obstáculos a la hora de trabajar en este tipo de puestos, gran parte de ello se debe a que pocos hombres aplican a las ofertas laborales ligadas al sector social.
Según el mismo estudio, otra causa perjudicial de esta ‘igualdad’ es que las ONG más grandes siguen estando dirigidas y gobernadas mayoritariamente por hombres (65%). Mientras que la dirección femenina (66%) se concentra en organizaciones jóvenes, con menor presupuesto y menor número de empleados.
Por lo que, uno de los principales retos del Tercer Sector es apostar más por la ocupación de las mujeres en puestos que impliquen la toma de decisiones estratégicas y la dirección en empresas sociales.
En esta línea, estas estadísticas también muestran que las mujeres no solo tienen una fuerte presencia en la parte empresarial del sector social, sino que también son el sector de población más marginado y vulnerable al que atienden las ONG. De esta manera, disminuir el número de beneficiarias (66%) por la labor de las organizaciones se convierte en uno de los desafíos sostenibles más problemáticos, para así evitar la exclusión social de la población femenina.
Todo ello pone de manifiesto que la igualdad de género no solo es un derecho, sino una necesidad. Garantizar la equidad forma parte integral de cada uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Lo que significa que sin la consecución de una igualdad de género real es imposible llegar a alcanzar la Agenda 2030, el rol de la mujer es clave en el Desarrollo Sostenible.
Sin nosotras, no se pueden afrontar problemáticas que afectan gravemente a la sociedad global, tales como la violencia contra las mujeres, el aumento de conflictos internos y entre países, al igual que múltiples crisis como la alimentaria, energética, financiera e, incluso, la emergencia climática.
Evidentemente, la disolución de la desigualdad de género no es la única obligación que debemos atender para alcanzar una sociedad justa, sostenible e igualitaria, pero requiere especial atención; puesto que las mujeres no sólo se ven más seriamente afectadas por estos problemas, sino que tienen ideas y la capacidad de liderazgo para resolverlos que son ignoradas en el día a día.
En resumen, debemos reconocer la valiosa contribución de las mujeres en el mundo sostenible si queremos conseguir la inclusión social, lograr economías que beneficien a todas las personas y cuidar nuestro medio ambiente. Una gran oportunidad para ello es instaurar y aplicar una educación basada en la igualdad de derechos, la innovación y la sostenibilidad. Porque el hecho de que seamos muchas en el sector social no significa que confíen en nosotras lo suficiente, ni que se apuesten por nuestras ideas y capacidades. Porque luchar por la igualdad de género, es luchar por la sostenibilidad.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables 8M-Día de la Mujer, el papel de la mujer en el desarrollo sostenible: retos y oportunidades.