Nos acercamos a los dos años de pandemia y parece que, poco a poco, vamos recuperando aquello que se parecía a nuestra anterior vida, a la famosa normalidad. Pero no todo el mundo. Las personas mayores, que han sido las principales víctimas de esta crisis y a pesar de ello nos han regalado una lección de resiliencia y responsabilidad, pagan hoy con su salud las consecuencias invisibles de tanto tiempo de aislamiento, reducción de cuidados y pérdida de derechos.
En la Fundación Grandes Amigos, ONG de ámbito estatal donde prevenimos y paliamos la soledad de las personas mayores desde 2003 -a través del acompañamiento afectivo con voluntariado, de las redes vecinales que tejemos en los barrios y de las actividades de socialización que organizamos-, estamos siendo testigos del empeoramiento generalizado de su salud física y mental.
Durante muchos meses se han visto limitados los cuidados y los derechos más básicos de las personas mayores, tanto en residencias como en la atención domiciliaria. Asimismo, la tragedia vivida en las residencias demuestra que, desde hace mucho tiempo, hay que cambiar el actual modelo de cuidados en mayores y dependientes por un modelo que priorice la atención centrada en la persona. La sociedad debe asegurar los recursos adecuados para que todos elijamos cómo y dónde queremos envejecer, recibiendo los cuidados necesarios en nuestro hogar o, si no es posible, en lugares más dignos que favorezcan la autonomía y respeten las preferencias de cada individuo.
CUIDADOS Y SOCIALIZACIÓN = PREVENIR EN SALUD
Incluso, en plena desescalada, cuando más urgía priorizar alternativas seguras de socialización para que la población mayor retomara cuanto antes las salidas, el contacto social y las actividades que dan sentido a sus vidas, ya que su salud depende de ello, volvieron a caer en el olvido mientras se facilitaban planes seguros de ocio para el resto de la sociedad.
El resultado de todo esto es un agravamiento de su estado de salud a todos los niveles y un aumento de la soledad. El hándicap respecto a edades más jóvenes es que la combinación de soledad, mala salud, falta de movilidad o dependencia suele conducir a situaciones irreversibles y a mortalidad temprana.
EL RETO QUE AFECTARÁ A NUESTRAS VIDAS
Está claro que como sociedad tenemos un reto, pero aún no somos capaces de verlo, quizá como consecuencia de esa era frenética, cortoplacista y edadista en la que vivimos, que impide que cada individuo se proyecte como persona mayor que algún día será y que, a la vez, nos lleva a invisibilizar a quienes hoy son mayores. Y ese reto es asumir que envejecer bien -con salud, con dignidad, en compañía y con los cuidados necesarios- nos afecta a todos, desde las administraciones públicas a las empresas, pasando por la ciudadanía.
Todos aspiramos a cumplir 80, 90 o 100 años con calidad de vida, pero hay que ser conscientes de que lo haremos en un mundo cada vez más envejecido y solitario, con menos apoyos familiares y distancias más largas, según indican las proyecciones demográficas y sociológicas. Hoy 1 de cada 5 españoles tienen 65 años o más; en menos de 50 años serán 1 de cada 3.
Por ello la lucha por un envejecimiento digno y sin soledad tiene que convertirse en una causa transversal, que aceptemos que es tarea de todos y todos debemos contribuir, igual que por fin ha ocurrido con otras causas inaplazables como el medioambiente o la igualdad. Así lo entendemos en Grandes Amigos.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
En nuestra ONG nos hemos reinventado cada día para superar las limitaciones de la pandemia y así llevar más lejos nuestra labor social, apoyando a cerca de 1.500 mayores en toda España. Lo hacemos gracias a la implicación de numerosas personas y organizaciones, públicas y privadas, que alinean sus objetivos de desarrollo sostenible en una causa que promueve la salud y el bienestar, la reducción de desigualdades y discriminaciones por edad y por género (el 86% de las personas mayores que acompañamos son mujeres) y la construcción de comunidades inclusivas.
Nuevas empresas patrocinan programas de acompañamiento y socialización para personas mayores solas, así como de sensibilización para fomentar hábitos saludables que ayuden a prevenir la soledad y a luchar juntos contra los edadismos. Igualmente, las empresas están involucrando en esta misión a su principal activo, sus propios empleados, que contribuyen en primera persona a la mejora de la vida de quienes envejecen en soledad a través de actividades de voluntariado corporativo y de diferentes iniciativas de donaciones (apadrinando nuestros proyectos en convocatorias de ayudas sociales de sus empresas; euros solidarios de la nómina; mercadillos, carreras y otros eventos benéficos; regalando nuestros productos solidarios por Navidad, etc.). En definitiva, diferentes formas de aportar al reto global de “envejecer bien”.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Internacional de las Personas Cuidadoras