Si es bueno para los niños, es bueno para las empresas. Bajo esta premisa, nacida de una profunda convicción por los valores de protección y desarrollo de los niños, impulsamos en los últimos años multitud de iniciativas enfocadas en los problemas sociales de nuestro tiempo. En nuestro afán por mejorar las condiciones de vida de los niños más vulnerables, poco a poco, vamos contado en este trayecto con la ayuda de empresas, cuyo compromiso en favor de la protección de la infancia y la sostenibilidad en los diferentes contextos en los que actúan nos permite afrontar el futuro con optimismo. No debemos cejar en el ilusionante empeño de que es posible cambiar las cosas cuando todos nos unimos bajo el techo del mismo propósito.
En España, dicho compromiso empresarial, si bien dista de ser algo habitual, va siendo cada vez más notable en el terreno de la infancia -como parte importante de una sociedad desarrollada, la empresa es pivote fundamental de todo avance social-. En todas esas acciones que hemos emprendido mano a mano definíamos un objetivo claro: incrementar la concienciación social, poniendo el foco tanto en el desarrollo del papel de los niños en el entorno socio laboral como en la articulación de la responsabilidad corporativa de las organizaciones en dicho contexto. Y aquí, es clave el papel que juegan los principios empresariales y derechos del niño en las estrategias de Responsabilidad Social Corporativa del sector privado.
No hay futuro sin niños de la misma forma que tampoco lo hay sin empresas. Por ello es pertinente trabajar más unidos que nunca y fomentar el reparto de responsabilidades, unas competencias compartidas entre entidades públicas, empresas y sociedad civil. Sólo así la meta y el fin que perseguimos estarán más cerca.
Ser responsables nos exige ser sostenibles. Y para ser sostenibles debemos primero cooperar en la difusión de los obstáculos que frenarán el desarrollo de los derechos de los niños que como sociedad debemos respetar, proteger y fomentar. El reto de superar la pobreza y desigualdad existentes nos debe comprometer a todos, y por ello la construcción de oportunidades, por ejemplo, en el campo de la educación es fundamental, porque las generaciones venideras serán decisivas en la conformación de sociedades más cívicas, tolerantes, solidarias y democráticas.
De ahí que todas nuestras acciones, presentes y futuras, se dirijan hacia tal fin. Y en todo este camino, nos guía la Agenda Sostenible 2030. Una agenda ambiciosa y clara en sus parámetros de acción y desarrollo, tanto en el campo socioeconómico como en el medioambiental. Ese horizonte debe representar una alianza plena para el avance y consolidación de los derechos de todos los niños del mundo, independientemente de donde residan. Su histórica condición de vulnerabilidad y su desatención en muchas zonas del planeta, nos obligan a tomar conciencia cada día, a cada momento. Porque el mundo no se detiene y sus necesidades, tampoco.
En este camino estamos acompañando a las empresas en España, a través de su Responsabilidad Social Corporativa, definida mediante acciones sostenibles que vinculan la ética y honestidad de una organización con su cuenta de resultados y su visión a largo plazo. También mediante la aplicación de medidas que pongan en el centro a la infancia y ayuden a las empresas a medir el impacto de su actividad en ellos: que sus madres y padres puedan conciliar o tengan un sueldo digno, repercute de forma directa en la vida de los niños. Ambas partes hemos redoblado esfuerzos en una doble vertiente: la defensa, promoción y protección de la infancia y la constitución de acciones de concienciación sobre la necesidad de vivir, trabajar y convivir bajo parámetros de respeto, tolerancia, defensa del medioambiente y solidaridad con los más desfavorecidos.
Las empresas del siglo XXI son conscientes de que, al enfrentar este problema, están ante su mayor reto, junto a la forma en la que facilitan la cohabitación entre el factor humano y la tecnología. La necesaria transformación de las organizaciones, acompañada de una correcta información a la ciudadanía, que debe mentalizarse y comprometerse en la defensa de dichas políticas, nos debería garantizar un futuro común de convivencia ética, responsable y duradera. Porque el futuro no espera. Vivimos en una comunidad interconectada, global, con relaciones permanentes, con efectos poderosos. Nadie debe quedarse atrás si queremos seguir avanzando. Y para ello, la empresa, en toda su dimensión, debe seguir ocupando un papel fundamental, manteniendo el impacto de su actividad en los niños y sus familias en la mirada.