La desigualdad de género se manifiesta en muchos ámbitos de nuestra vida. La vemos en el trabajo, en la cultura, en la ciencia, por dar tan solo unos ejemplos. Y también hay desigualdades dentro de los hogares.
El trabajo doméstico y de cuidado no remunerado (TDCNR) abarca todas las tareas cotidianas relacionadas con el hogar y el cuidado. Este trabajo invisibilizado es la principal actividad económica de Argentina, superando a la industria y el comercio. Su aporte al Producto Bruto Interno es del 15,9% del mismo. Esto equivale a $ 4.001.047 millones.
El TDCNR recae principalmente sobre las mujeres y, como su nombre lo indica, no se paga. Se calcula que, por día, las mujeres realizan 96 millones de horas de trabajo gratuito dedicado a tareas de cuidado.
La relegación de las mujeres a este tipo de tareas limita sus oportunidades de desarrollo. Seguramente todos conocemos a una mujer que tuvo que abandonar o posponer su carrera profesional para “dedicarse a su casa”. Sin embargo, son muy pocos los casos de varones que conocemos en la misma situación. Es que ellas dedican tres veces más de tiempo al TDCNR.
Esta situación profundiza la lógica de la desigualdad que luego se manifiesta en otros ámbitos como el laboral. Probablemente, si más mujeres pudiesen participar en el mercado laboral de forma plena, habría más mujeres en puestos de decisión, como para poner un ejemplo. Esto se vuelve aún más relevante cuando vemos que hay una brecha significativa entre la tasa empleo entre varones y mujeres, 65,7% vs 47,1%.
En nuestros proyectos, en la mayoría de los casos son las jefas de hogar quienes se acercan a averiguar, se anotan y participan en los talleres para mejorar sus viviendas. Estos procesos son instancias de aprendizaje y descubrimiento para muchas de ellas, ya que pueden desarrollar nuevas capacidades y conocimientos que creían que eran exclusivas para los varones como, por ejemplo, reparar un baño o hacer la instalación eléctrica de un ambiente.
En el proyecto Fe –formando empleabilidad- para la vivienda, diez mujeres recibieron un set de empleabilidad y una beca de Mujer Financiera para poder formarse en temas de finanzas y emprendurismo. Para romper con la lógica de la desigualdad, tanto de género como económica, debemos brindar este tipo de oportunidades.
Tanto la capacitación como la implementación de mejoras en las viviendas a cargo de mujeres les permite estar más preparadas en todo sentido, fortaleciéndolas para un rol más protagónico en sus vidas.
El Objetivo del Desarrollo Sostenible N° 5 pone a la Igualdad de Género como meta. La vivienda incide directamente en este objetivo. El acceso igualitario a la vivienda protege a las mujeres de políticas y prácticas discriminatorias relacionadas con la distribución, titularidad y herencia del suelo, que es uno de nuestros ejes de trabajo.
Es tiempo de repensar nuestros hogares, de cuestionar los roles que históricamente fueron dados y construir nuevos, construir hogares más igualitarios. La vivienda debe ser la base del desarrollo personal y no un obstáculo.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables “El rol de la mujer en el desarrollo sostenible: Retos y oportunidades”