La historia de la Inteligencia Artificial ha sido un viaje extraordinario desde sus comienzos en la década de 1950 hasta la sofisticación actual. Cada hito ha representado un avance significativo en nuestra comprensión y capacidad para desarrollar máquinas que piensen y actúen de manera similar a los humanos. Desde los primeros programas de ajedrez hasta los sistemas de aprendizaje profundo actuales, hemos sido testigos de un progreso asombroso en el campo de la IA. Esta situación ha suscitado una sensación similar en los ciudadanos a la que se produjo con la revolución industrial, aunque, según los expertos, con dos diferencias sustanciales: la velocidad de irrupción de nuestras vidas y la intensidad y globalidad del cambio que genera, que nos afectará y nos transformará a todos. Actualmente, el 73 % de las empresas europeas utiliza la IA en su negocio, tan solo el 30 % forma a sus empleados en esta tecnología y el 40 % no ofrece ningún tipo de formación, según un estudio realizado por la Asociación de Auditoría y Control de Sistemas de Información (ISACA). Es una tecnología disruptiva que ha avivado el debate sobre las reglas que deben regir su funcionamiento y el alcance de su impacto en personas, sociedades, empresas y economía en general. Hablamos de la ética en la IA que se engloba dentro de una temática más amplia sobre el control de la tecnología por los propios humanos. Esto se ha traducido en una exigencia creciente de transparencia que debe conjugarse con la necesidad de innovación en todos los procesos empresariales. La buena regulación será sinónimo de buena innovación para las empresas y también para la sociedad.
Que la IA ha cambiado nuestra forma de vivir, trabajar e incluso visionar nuestro futuro no es una novedad. Algunos sectores como la salud o la educación han experimentado una auténtica revolución con el potencial de transformar profundamente la sociedad. La IA está mejorando las organizaciones, así como su gestión y procesos internos. Aparecen nuevos modelos de negocio, productos y servicios. No se trata solo de acortar los tiempos de producción, podría llegar a revolucionar el trabajo en todos los sectores, automatizar tareas, fomentar la creatividad y mejorar la toma de decisiones, dotando a los seres humanos de herramientas para avanzar en el progreso. La innovación tecnológica puede perfeccionar las habilidades de precisión de un ser humano y realizar tareas metódicas con una consistencia casi perfecta, pero su gran potencial está en combinación con las capacidades de las personas y el uso en favor de todos. El impacto positivo de la tecnología está en nuestras manos y exige decidir nuestro posicionamiento y cómo queremos hacer negocio sin perder competitividad. La regulación será una gran aliada en este sentido. Hasta ahora no habíamos contado con una regulación robusta, más bien todo lo contrario, la IA se movía en un terreno normativo muy fragmentado.
Este marco legal representa un paso significativo para la UE en su objetivo de convertirse en un líder global en IA confiable. Reglamento de Inteligencia Artificial (RIA) de la Unión Europea se publicará en el Diario Oficial de la Unión Europea el 12 de julio de 2024 y entrará en vigor el 1 de agosto de 2024. El nuevo reglamento persigue garantizar la seguridad y el cumplimiento de los derechos fundamentales, al tiempo que impulsa la innovación en el ámbito de la inteligencia artificial.
Entre otras cosas la normativa ha dotado de directrices claras para la automatización en áreas de bajo riesgo, como chatbots simples, facilitando su implementación escalable con certeza y transparencia. Asimismo, se categorizan los riesgos para guiar el desarrollo de modelos más complejos, conocidos como “caja negra”.
Que la inteligencia artificial es capaz de afectar economías y sociedades enteras, también es un hecho. Eso refuerza la necesidad de garantizar su uso responsable y ético y distintas tendencias no cesan de alertar sobre los retos vinculados con la equidad o incluso de una falta de control de la tecnología por parte de los humanos.
El viaje hacia la próxima era de la IA es un viaje apasionante que exigirá equilibrio y prudencia entre la superación de los límites de las capacidades tecnológicas y los casos de uso, salvaguardando al mismo tiempo el bien común y sabiendo poner el foco en las personas. Hoy nadie duda del potencial de crecimiento que aporta la tecnología y tampoco, que su uso conlleva responsabilidades. En SERES estamos abiertos al progreso que aporta la tecnología y a favor de aprovechar los avances que genera en los más desfavorecidos. Eso sí, este progreso exige reflexión, conocer y abordar los desafíos sociales asociados a la tecnología y entender desde el inicio los impactos en las personas que implica la implementación de la IA.
Supone comprender mejor, ex ante, cuáles son los riesgos e impactos negativos a los que debemos anticiparnos, integrarlos en el diseño y así darles respuesta. En definitiva, las personas deben estar en el centro de todo avance tecnológico. Gandhi dijo que “el poder para cuestionar es la base del progreso humano”. Es tiempo de cuestionar, pero de construir también el progreso y la competitividad de empresas más avanzadas y que no dejan a nadie atrás.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Por una IA Responsable, junto a Esade y Fundación SERES