Para un público muy amplio el mar es sólo ocio, descanso y vacaciones. Visitamos el mar sin plantearnos nada más allá de la suavidad de su clima, de su capacidad para refrescarnos o que el estado de sus aguas sea óptimo para que podamos bañarnos.
Para otras personas el mar es un medio de vida o un elemento de inspiración capaz de calmar las almas más atormentadas. El mar es el eje de subsistencia de muchas personas.
Sin embargo, para unas personas y otras, el océano está en peligro. Aunque el océano es grande y poderoso (ocupa el 70% de la superficie del planeta, tiene una profundidad media de 4000 metros y contiene el 97% del agua de la tierra) se encuentra indefenso ante grandes monstruos cuya naturaleza no es marina: contaminación fluvial, contaminación marina, contaminación industrial, vertido de residuos o el cambio climático.
Nadie puede patrullar los mares a la caza de estas amenazas. Ni siquiera el capitán Nemo a bordo de su implacable Nautilus sería capaz de proteger el océano de todos los males que se ciernen sobre él.
¿Emiten los mares algún signo visible para detectar su sufrimiento? Sí, muchos, aunque los océanos también son reservados y rara vez manifestarán dolor o amargura de forma explícita. Una señal inequívoca es el aumento de volumen de agua cálida que mueve la Corriente del Golfo en el Atlántico Norte y también la ralentización de su flujo. Esta corriente trae aguas cálidas a los mares europeos y es un elemento clave en la configuración de nuestros climas.
Por otra parte, la descongelación de los Polos es evidente y el aumento del nivel del mar: desde 1880 hasta la actualidad el nivel del mar ha subido 20 centímetros. Sólo en los próximos 80 años se prevé que aumente entre 30 y 122 centímetros. Por no hablar de la proliferación de las insalubres medusas que se han multiplicado en todas las costas mediterráneas por efecto del aumento de la temperatura del mar.
Por ello Naciones Unidas le ha dedicado el 14º Objetivo de Desarrollo Sostenible que insta a la comunidad internacional a “conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible”.
¿Qué podemos hacer para echarle una mano a los océanos? Lo primero sería tomar conciencia y lo segundo respetarlos como usuarios: evitar dejar residuos en las playas (colillas, plásticos, cáscaras, telas…). También nuestras acciones en tierra firme tienen impacto, por lo que evitar contaminar los ríos, evitará contaminar los mares. Para ello ayudan acciones sencillas como: hacer un uso responsable del agua o no arrojar al WC elementos tóxicos y contaminantes.
Las empresas también pueden ayudar adoptando medidas que reduzcan la contaminación que genera su actividad (ya sea terrestre o marítima) y pueden incorporar también acciones de responsabilidad social corporativa que tengan como propósito mejorar la situación de mares y océanos.
El mar nos ha lanzado un S.O.S., ¿lo has recibido?
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial de los Océanos, en colaboración con ISDIN.