A pesar de los vaticinios más optimistas, 2010 no ha sido el año del principio del fin de esta crisis financiera que ha afectado a todas las economías del mundo. A lo largo de este año, hemos visto como dos países europeos, Grecia e Irlanda, han tenido que ser rescatados por la UE y el FMI con apenas seis meses de diferencia, para evitar un efecto dominó que hubiera sido funesto en la zona euro. En este sentido, España y Portugal, han estado también bajo sospecha y amenazados por el riesgo de contagio.
Muchas han sido las voces que durante esta crisis económica han proclamado una economía sostenible que se desvincule del control de los mercados, sin embargo, y paradójicamente, parece que sólo el aumento del consumo permitirá reflotar la economía.
La exposición universal de Shanghái, con el lema “Mejor ciudad, mejor vida” reincidía en la necesidad de dar a nuestras ciudades una dimensión más humana y sostenible, propósito que se antoja cada vez más complejo, dada la falta de consenso durante la última conferencia sobre el cambio climático, celebrada en México.
En nuestro país, el entusiasmo colectivo por proclamarnos campeones del mundo de fútbol no superó el desánimo por los datos del desempleo y por la convocatoria de la huelga general. Las decisiones del gobierno para superar la crisis afectan a todos los ámbitos de la sociedad, no hace falta mencionar el duro impacto que las medidas de contención de gasto farmacéutico han tenido en el sector.
Sin embargo, en el contexto de esta crisis global, la colaboración entre los diferentes actores sociales es clave para crear un clima positivo en el que trabajar conjuntamente. En el caso de la industria farmacéutica se han dado ya los primeros pasos para la elaboración de un plan sectorial.
En circunstancias difíciles como ésta es cuando las conductas responsables deben ser demostradas no sólo por las empresas, sino por todos los grupos de interés y administraciones públicas sin excepciones. El marco actual de crisis obliga a las empresas a potenciar modelos productivos alternativos, basados en el conocimiento y la innovación.
El sector biotecnológico en general, y el farmacéutico en particular, está especialmente preparado para destacar en este nuevo contexto. La industria farmacéutica ha enfocado sus decisiones para liderar este cambio productivo en tres dimensiones estratégicas: la primera de ellas en el factor humano, fomentado el empleo de calidad; la segunda, la competitividad, con una clara apuesta por la internacionalización; y la tercera la innovación, con un aumento de las inversiones en I+D.
En Novartis invertiremos en innovación de primer nivel en el sector durante los próximos cinco años. Las inversiones en I+D siguen siendo una parte esencial de la estrategia de crecimiento de nuestra compañía.
Los fundamentos de la estrategia de Novartis se sustentan en la innovación a través del programa de I+D más productivo del sector.
La innovación y productividad son clave en una compañía como Novartis, pero nosotros creemos que deben estar fundamentadas en una gestión ética y responsable, procurando el bienestar de las personas y la protección del medioambiente.
En el ámbito de la ética empresarial, en Novartis hemos instaurado un conjunto de medidas y directrices que implican a las principales áreas del civismo empresarial, cuya política está basada en las obligaciones suscritas con la firma del Pacto Global de las Naciones Unidas y el Código de Conducta.
Nuestros programas de acceso a los medicamentos se adaptan a las necesidades de los pacientes, desde la prevención hasta los tratamientos, desde las donaciones hasta la contribución compartida o modelos de subvención conjunta, dependiendo de cada circunstancia concreta.
Para nuestros colaboradores, en Novartis hacemos cuanto está en nuestras manos por garantizar su seguridad, su salud, su carrera, así como un salario digno, todo ello manteniendo buenas relaciones con nuestro entorno vecinal en las comunidades en las que viven y trabajan nuestros empleados y sus familias.
En el ámbito medioambiental, la reducción del consumo energético, la disminución de las emisiones de gases efecto invernadero y los programas de minimización de residuos son aspectos claves y prioritarios para la sostenibilidad climática.
En definitiva, queremos beneficiar a la sociedad más allá de nuestro éxito económico, tenemos que buscar y facilitar los instrumentos para fomentar y compartir estas iniciativas en todos los niveles de la organización.