El concepto sostenibilidad lleva décadas ocupando un lugar relevante en la agenda pública. Es un término que ha ido evolucionando, atendiendo las demandas sociales de cada momento. Pero es quizás en los últimos años, desde la crisis de 2008, y con el impulso de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, cuando ha pasado de ser una cuestión asumida fundamentalmente por empresas y administraciones públicas a pasar a ocupar posiciones relevantes en las expectativas de la ciudadanía.
Inicialmente era un término asociado a aspectos ambientales, de hecho, siguen teniendo un peso predominante, pero cada vez más su enfoque atiende a criterios ESG (siglas en inglés de medio ambiente, social y buen gobierno). Es la sociedad quien está demandando este enfoque, y espera de las organizaciones compromisos reales, integrales, con él.
Por ello, todos los sectores económicos tienen ante sí este reto, pero quisiera centrarme en uno de ellos que para la economía española es fundamental, nuestro motor económico sin el cual no podemos salir de situaciones de crisis. Me refiero a la construcción.
Prácticamente todos los sectores fabricantes de productos para la construcción vienen desarrollando un importante esfuerzo en tecnologías y otro tipo de medidas para reducir el impacto ambiental de sus productos en todo su ciclo de vida.
Según el estudio Edelman Trust Barometer, el 63 % de la población compra o aboga por marcas de acuerdo con sus creencias y valores, si bien el 55 % de las personas tiende a no creer en algo hasta que tiene de evidencias de confiabilidad.
De hecho, distintos agentes del mercado afirman que cada vez más los compradores de viviendas u oficinas ponen a la sostenibilidad como uno de los elementos que pesan en su decisión. Pero necesitan sentir confianza en la veracidad del compromiso con la sostenibilidad de una construcción.
En este contexto AENOR ha desarrollado recientemente la certificación de Edificio Sostenible, que respalda la sostenibilidad con enfoque ESG en toda la cadena de valor. Pone el foco no sólo en las prestaciones del edificio en el momento de la entrega, sino que valora también las prácticas sociales y de buen gobierno de las empresas que participan en la construcción.
Además, contempla el ciclo de vida completo, tanto de los materiales -cómo se han producido, en qué condiciones, sus características, su durabilidad- como del edificio en sí mismo. Esta certificación reconoce las buenas prácticas tanto en obra nueva como en obra rehabilitada.
Y es que la sostenibilidad real o es integral y aplica a toda la cadena de valor o no podrá ser completa.
Gracias al esfuerzo de muchos, es en Europa donde más presente está el compromiso con un concepto avanzado de la sostenibilidad. El sector de la construcción, tan relevante para la economía española, tiene también un peso muy destacado en el mercado europeo. Sigamos apoyándole para que la sostenibilidad sea uno de sus ejes de competitividad, con un enfoque integral y realista.
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